Algunos dilemas en torno al transhumanismo, y su diferencia con el posthumanismo 

*Extracto de la entrevista realizada a Leandro Gaitán, egresado de la Universidad Católica de Santa Fe, profesor de la Universidad de Navarra, Dr. en Filosofía y MSc en Cognición y Evolución Humana 

 ¿Cuál es la postura del transhumanismo frente a las enfermedades existentes?  

El transhumanismo postula la eliminación de la enfermedad (incluyendo la vejez, a la que consideran una enfermedad) e incluso postula el dar “muerte a la muerte”, es decir, la búsqueda de la vida indefinida. Están a favor de la medicina terapéutica, pero se muestran convencidos de que, para evitar todos los dolores y sufrimientos que acarrea el cuerpo (al que consideran frágil y obsoleto), es necesario liberarse de él.  

Por esa razón, consideran prioritario desarrollar tecnologías que permitan extender la vida del cuerpo tanto tiempo como sea posible y, simultáneamente, avanzar hacia la ciborgización, esto es, hacia la fusión del cuerpo con la máquina. El mayor de sus anhelos consiste en poder transferir los contenidos de la conciencia a sustratos no-orgánicos (avatar, ordenador, robot, etc.).  

En otras palabras, buscan “extraer” los contenidos mentales del cerebro para recolocarlos en un tipo de realidad material inmune a toda enfermedad, más duradera y fácilmente reemplazable. En definitiva, la medicina terapéutica es importante para el transhumanismo, no obstante, lo más importante es invertir en el desarrollo de tecnologías mejorativas que nos permitan huir de nuestra carnalidad y habitar nuevas realidades materiales. 

 ¿Qué salidas posibles se plantean? 

Algunos, por ejemplo, proponen un “transhumanismo libertario” y defienden que el libre mercado es la mejor garantía para que los ciudadanos puedan ejercer su derecho al perfeccionamiento y puedan adquirir los recursos tecnológicos necesarios para llevarlo a cabo. Los “transhumanistas democráticos”, en cambio, creen que es el Estado quien debería garantizar el acceso igualitario a esos recursos.  

Ambas propuestas parecen centrarse únicamente en el problema del acceso económico a las tecnologías mejorativas, pero dejan muchas preguntas sin responder, por ejemplo, qué pasaría con aquellos que, voluntariamente, desearan no modificarse y vivir como “humanos” (quién protegería sus derechos y cómo). 

Por si fuera poco, el filósofo John Gray afirma que la mejora humana podría realizarse de una manera desordenada y peligrosa, como resultado de intereses económicos, luchas de poder entre naciones, corporaciones y organizaciones criminales, y de todas las demás formas posibles de maldad que podrían conducir a todo tipo de iniquidades. Existe abundante literatura y filmografía sobre futuros distópicos posthumanos como el que imagina Gray. 

  ¿Qué distinción existe entre transhumanismo y posthumanismo? 

El posthumanismo suele confundirse con el transhumanismo. No obstante, tienen distintos significados y distinto origen histórico-filosófico. El transhumanismo se inspira en el pensamiento Ilustrado de corte netamente antropocéntrico, que considera al hombre como “medida de todas las cosas”. El posthumanismo, en cambio, se inspira en el pensamiento postmoderno de corte post-antropocéntrico.  

Como dice la filósofa italiana Francesca Ferrando, el transhumanismo problematiza la comprensión actual de lo humano poniendo el acento en las posibilidades de perfeccionamiento físico, cognitivo y moral. Aspira a la conversión del ser humano en posthumano, aunque asume que aún deberá pasar un cierto tiempo para que esto suceda.  

El posthumanismo, por su parte, problematiza la comprensión actual de lo humano subrayando la necesidad de deconstruir las ideas modernas de naturaleza y hombre, y de sustituirlas por una concepción anti-especista -que considera discriminatoria la distinción entre especies y sitúa a todos los seres vivos en un mismo pie de igualdad- y post-antropocéntrica, en la que los límites hombre-máquina y hombre-animal sean gradualmente eliminados.  

A diferencia del transhumanismo, los posthumanistas consideran que “ya” vivimos en una sociedad posthumana, en la medida en que buscamos deshacernos de las concepciones estandarizadas o uniformes que históricamente se han defendido acerca de lo que significa ser humano. Cabe agregar que dentro del posthumanismo hay diversidad de escuelas, entre las que destacan el posthumanismo cultural, el crítico y el filosófico.  

Ya sea a través de la divinización del hombre por medio del perfeccionamiento tecnológico (transhumanismo), como por la negación de la primacía humana y la disolución de las fronteras hombre-máquina y hombre-animal (posthumanismo), ambos movimientos coinciden en afirmar que el ser humano posee una condición mudable, volátil y fluida, y proponen saltar fuera de los márgenes de lo humano a fin de hacer surgir, a partir de él, un nuevo tipo de realidad, el posthumano. Algunas versiones del ecologismo, la teoría queer, la teoría de género y el feminismo se apoyan en las ideas trans- y posthumanistas.  

 Nota aclaratoria del entrevistado: el concepto de posthumanismo es particularmente exigente en términos filosóficos, porque demanda un conocimiento refinado de la historia del pensamiento contemporáneo y un amplio dominio de diversidad de categorías (y sus relaciones). Todo intento de explicarlo de forma breve y accesible (como en este caso) puede suponer una especie de traición al mismo concepto. Lo dicho aquí tan sólo muestra la punta de un enorme iceberg y pretende ser una modesta invitación a profundizar en el tema. 



LA UCSF, Comunidad, Borrador