Todo está conectado: reflexión sobre la crisis climática

Melissa Roussillion*

 

Laudate Deum comienza “Han pasado ya ocho años desde que publiqué la Carta encíclica Laudato si’, cuando quise compartir con todos ustedes, hermanas y hermanos de nuestro sufrido planeta, mis más sentidas preocupaciones sobre el cuidado de la casa común. Pero con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre” (Papa Francisco, 2023). La referencia a la primera persona del singular nos remite a un hacerse cargo de lo dicho y lo que queda por decir. Empecemos… 

Hace 8 años nos llenamos de seminarios, congresos, encuentros y conversatorios, pero poco pasamos de declaraciones, declamaciones y preocupaciones. 

Las acciones son escasas y las lecturas, sesgadas e interesadas. Aunque a fuerza de ser sincera, no hay lecturas de otro tipo. A propósito, somos sujetos constituidos simbólicamente, atravesados por intereses, moldeados por nuestra cultura. No escapamos de nuestro tiempo. 

Emilce Cuda, teóloga argentina, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, y miembro de la Pontificia Academia para la Vida no se cansa de repetir que la encíclica Laudato Si del papa Francisco “no es un discurso verde más”. La misma repite, casi como un estribillo: “todo está conectado. Eso significa que el problema social solo se solucionará si se modifica el actual sistema económico que mata”. 

Este 4 de octubre, Francisco reiteró el llamado. Con la publicación de la Exhortación Apostólica Laudate Deum nuevamente alzó la voz en defensa de la Casa Común “porque la situación se vuelve más imperiosa todavía”. 

Los invito a leerla. Y me atrevo a agregar una clave de lectura: esta Constitución Apostólica es de carácter social: en el centro se halla el hombre, no como el privilegiado sino más bien como el responsable, víctima, hacedor indiferente, testigo y protagonista del drama, frágil en medio de un ecosistema que implosiona ecológica, social, política, económica y espiritualmente. 

No es mi pretensión abarcar todo el mensaje de Francisco. Quiero concentrarme en un aspecto que retoma en Laudate Deum y que plantea en Laudato si, el elemento fundamental que se encuentra en la raíz de la crisis: el paradigma tecnocrático que nos rige. 

En primer lugar, este paradigma configura un sujeto que se despliega en el establecimiento del método científico con su experimentación, que ya es explícitamente técnica de posesión, dominio y transformación. Así, el interés principal es extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma de lo que tiene delante (Francisco, 2019). En esta explicación, el subrayado es mío porque quiero detenerme en el concepto de extracción.  

Paréntesis, sin alejarme de lo planteado en ambas encíclicas, la noción de “extractivismo” en el contexto de la fuerza vital generalmente se relaciona con la explotación de recursos naturales o humanos de una manera que agota o debilita la vitalidad inherente. El mismo puede tomar diversas formas: 

Se encuentra el Extractivismo de Recursos Naturales que implica la explotación desmesurada de estos recursos, a menudo sin considerar la capacidad de regeneración natural. Esto puede llevar a la degradación del medio ambiente y afectar negativamente la biodiversidad, reduciendo la vitalidad de los ecosistemas. 

También el Extractivismo Laboral, entendido como aquellas prácticas laborales que agotan la fuerza vital de los trabajadores, como condiciones de trabajo insalubres, largas jornadas laborales y falta de derechos laborales; causando un impacto negativo en la salud física y mental de las personas. 

Y aún, el Extractivismo Financiero, referido a prácticas que extraen beneficios económicos de manera especulativa, sin contribuir y debilitando necesariamente el bienestar económico general. 

En todos estos casos, el extractivismo se asocia con una explotación que va más allá de los límites sostenibles, afectando la vitalidad y la salud de los sistemas naturales, sociales o económicos involucrados. Este enfoque a menudo ha sido criticado por sus impactos negativos a largo plazo y por no tener en cuenta la necesidad de mantener la vitalidad y la armonía en los sistemas implicados. Es decir, por desgarrar las tramas comunitarias.  

Este concepto atraviesa toda la reflexión y es el telón de fondo que da marco al diagnóstico, a la vez que nos muestra el camino para la concreción de nuevas respuestas (diría resistencias, pero quizá no es el ámbito). 

De vuelta en el Paradigma Tecnocrático denunciado por Francisco, éste tiene características que el pontífice va desgranando en ambos documentos. Agrupa la noción de un crecimiento perpetuo o sin restricciones, una perspectiva que ha cautivado a economistas, financieros y tecnólogos por igual. Implica la falacia de la disponibilidad interminable de los recursos del planeta, conduciendo a su explotación hasta el extremo y más allá de este, en palabras de Francisco “estrujándolo”. Así, la capacidad de decisión, la libertad más genuina y el espacio para la creatividad alternativa de los individuos se ven reducidos. Su fuerza vital se ve asfixiada, generando frustración, resentimiento, deseos de venganza. Rompe la solidaridad comunitaria. 

El paradigma se ocupa de diseñar la trama de nuestras sociedades, administrando nuestro deseo, nuestras expectativas, nuestro estilo de vida. Va mucho más allá de una técnica aséptica, construye el poder (en sentido amplio y abarcativo) y lo sostiene legitimándolo. 

Este paradigma se derrama, como dijimos, a todos los ámbitos: la economía se separa de la realidad y se desentiende de las consecuencias que produce por la extracción ilimitada de recursos naturales y sociales, provocando desplazamientos, migraciones, verdaderos dramas sociales que se asocian a la xenofobia, el racismo y la proliferación de los discursos de odio. El beneficio concentrado, de la mano de las tecnologías se acurrucó al lado de la ilusión de un crecimiento ilimitado, sin consecuencias. 

Lo que nos lleva a la política. “Tenemos un «superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora», y no se elaboran con suficiente celeridad instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos. No se termina de advertir cuáles son las raíces más profundas de los actuales desajustes, que tienen que ver con la orientación, los fines, el sentido y el contexto social del crecimiento tecnológico y económico. La inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente, propiciando el poder de unos sobre otros, sobre la otredad, sobre los recursos naturales, sobre el tiempo, sobre la energía vital, sobre la potencia creadora, sobre la construcción de comunidad. 

Y el mensaje se repite. El estribillo vuelve a sonar. Quizá Francisco sea esa voz que no se canse de repetir que debemos cuidad nuestra fragilidad, sosteniendo que nos encontramos desnudos y expuestos frente a nuestro propio poder, que sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. 

 

 

* Secretaria de Ciencia, Técnica y Extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Santa Fe. 



Investigación Ecojurídica, Pastoral, Santa Fe, Especialización en Gestión Integral del Hábitat, ORSL - Observatorio de Responsabilidad Social del Litoral, RSU, IB Instituto de Bioética Jerome Lejeune, Filosofía y Humanidades, Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, Internacional, Licenciatura en Filosofía, IEHDS Instituto de Ecología Humana y Desarrollo Sustentable