Semana Santa, revivir la experiencia de Jesús orante

Palabras del Pbro. Lic. Carlos Scatizza, director del Departamento de Pastoral y Filosofía y Teología.

Ilustraciones del artista Iknu.

Los ciclos litúrgicos no son una repetición conmemorativa de lo que sucedió, sino que siempre son actualización de la Pascua de Jesús, del paso muerte a vida, de Aquel que “me amó y se entregó por mí” con dice San Pablo, o San Juan “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin”. 

La iglesia nos convoca en ese año a transitar “El año de la oración”, preparándonos para el gran Jubileo del año 2025. Jesús es modelo de oración confiada a su Padre; ora ante las situaciones más importantes de su vida: en el desierto antes de comenzar su ministerio público; antes de llamar a sus discípulos; antes de la pasión. Por lo que quiero, en esta reflexión, invitarte a mirar juntos a Jesús orante durante la Pasión. 

Tres momentos contemplaremos juntos: La Ultima Cena, el Calvario y el Camino de Emaús.

Durante la Cena de Pascua Jesús nos deja un mandato “hagan esto en memoria Mía” y se refiere tanto al lavatorio de los pies como a la institución de la Eucaristía y no es el mandato de repetir un gesto ritual, sino hacer presente el don de su entrega. Es el momento en que Jesús ora con los Salmos, poesía, súplica, alabanza y acción de gracias del Pueblo de Israel. Jesús ora con la historia de su pueblo. Nos invita a hacer memoria orante, agradecida y en alabanza de la propia vida: con sus esclavitudes, desiertos, extravios, pascuas y momentos en que la presencia de Dios es cierta y serena. Sentado a la mesa de la última Cena, agradecé tu vida, con sus luces y sombras y descubrí en ella el paso de Dios. Mirá a la vez, los dolores y calvarios de nuestro País y sociedad, haciendo por todos una oración confiada. 

El segundo lugar es el Calvario, “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”, “Padre en tus manos encomiendo mí espíritu”. La soledad y el dolor, el abandono la muerte próxima se hacen para Jesús suplica que nace de lo más profundo del corazón y que termina poniéndose en manos de aquel que sabe que en definitiva no lo abandonará en la sombra de la muerte. Jesús ora con el dolor de nuestra humanidad. Todos hemos sufrido los silencios de Dios en nuestras noches más oscuras; pero, ni el dolor ni la muerte tienen la última palabra para quienes confiamos en Jesús. Dejate acompañar por la oración de Jesús, que él rece con vos y por vos cuando no tenés fuerzas ni esperanza; cuando parece que hacerlo carece de sentido. Cuando te sientas en la Cruz, acordate que el Padre no abanonó a Jesús, la oración del crucificado llegó al corazón del Padre; sin olvidarte de la larga caravana de crucificados de nuestra tierra: pobres, drogadictos, víctimas de la violencia, los desempleados, migrantes… 

En el camino a Emaús de los dos discípulos, aparecerá Jesús Resucitado caminando junto a ellos. Con toda confianza cuentan sus esperanzas, a Jesús le muestra sus rostros tristes sin ocultar su decepción, le dicen “… nosotros esperábamos…” y esa confianza será consolada por la presencia de aquel que se queda con ellos en la hora de la oscuridad para iluminar sus vidas con su presencia. Jesús escucha la oración de aquel que con sinceridad le muestra su corazón. Sé que muchas veces nuestra oración es tibia y desconfiada, sé que muchas veces “no me dio lo que esperaba”, que me sentí sólo en el camino. Pedí que la Pascua te dé sentidos nuevos para poder reconocerlo y saber que cada palabra hecha oración madura en el corazón de Jesús haciéndose amor. 

Qué en esta Semana Santa acompañemos a Jesús orante; qué en medio de estos días encontremos ese momento para estar con El; qué al final de los días de Pasión podamos decirnos “Felices Pascuas de Resurrección” descubriéndolo vivo y lleno de vida. 

 



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