Reflexiones sobre la verdad como lucha espiritual en tiempos de “pandemia”

Lic. Luis Gabriel Capelari
Secretario Académico del
Departamento de Filosofía y Teología

Ya ha pasado casi medio año desde que en Argentina el gobierno nacional y su comité de asesores científicos tomó férreas medidas ante la “pandemia” declarada con anterioridad por la OMS, y no hay indicios de que a corto plazo se restablezca la normalidad de nuestras vidas, todo lo contrario. Más aún, en tiempos donde lo “normal” es otro de los aspectos que pasó a ser relativo –al poder, la proposición “nueva normalidad”, que resuena cada vez más en nuestros oídos, no puede dejarnos indiferentes1. El Estado -en su dimensión ejecutiva- y su orden discursivo, que ha impregnado gran parte de la sociedad, ordena el “aislamiento” o el “distanciamiento” entre personas sanas, por lo cual las reuniones familiares tienden a tener un preocupante estatuto de clandestinidad, la presencialidad en los diversos niveles educativos es inexistente y los oficios religiosos han sido prohibidos o severamente limitados – ¿con qué legítima autoridad? – entre otros acontecimientos. Asistimos a un movimiento de “avance y retroceso” entre diversas etapas o “fases” y las graves limitaciones a la circulación de los ciudadanos. Los medios de comunicación de mayor alcance no cesan de generar un patológico impacto con las cifras de infectados y fallecidos, y el miedo de las personas es cada vez más tangible. Mientras tanto, los efectos de este encierro son alarmantes: la pobreza, el desempleo, las quiebras de las empresas, el cierre de negocios, el aumento de las patologías físicas y psicológicas, la depresión, el aumento del consumo de alcohol y drogas, ya están siendo observados y denunciados.2 Atribuirle aún “excepcionalidad” a esta situación es insostenible.

 

Ante este estado de cosas, gran parte de la ciudadanía ha salido a la calle durante los días de conmemoraciones patrias a protestar contra la política oficial de manejo de la pandemia y sus consecuencias en el orden civil, económico, sanitario, educativo, religioso y social en general. Y no sólo eso, también han surgido profesionales de la medicina que se están uniendo contra las medidas llevadas adelante por el poder político y transnacional bajo el nombre “médicos por la verdad”, junto a virólogos e inmunólogos, pero también hay “psicólogos por la verdad”, “abogados por la verdad”, y la lista puede llegar a ser más amplia; tales grupos -originado en España, en el caso de los médicos- se han multiplicado en muchos países, entre ellos en Argentina, y tienen vinculación entre sí.3 Podemos estar o no de acuerdo con algunas de las ideas de los diversos actores que se han manifestado, pero hay algo que no puede ser soslayado y que felizmente ha aparecido en el horizonte, pues se asumía como obvio: la exigencia de verdad y de respeto hacia ella, exigencia epistémica pero ante todo ética. Tal exigencia se está definiendo como una lucha espiritual por la verdad. Esto es filosóficamente muy importante. Ahora bien, dicha constatación presenta varias aristas.

En este mundo globalizado podemos observar a gran escala que la gran comunidad científica manifiesta tensiones importantes, fuerzas en pugna. Hay un centro de poder, político, económico y científico que tiende a cerrarse y a autolegitimarse, que cierra filas mediante un movimiento de exclusión de las posiciones que expresen profundas diferencias con las acciones médicas y sanitarias que se están llevando a cabo, posiciones que hablan en defensa de la verdad que no se está respetando. En efecto, estas diferencias son estigmatizadas como “fake news” y perseguidas sus manifestaciones en Internet. En la mayoría de los países -entre ellos Argentina- la alianza entre el Estado y un “comité de expertos” ha tomado decisiones difundidas acríticamente por los medios de comunicación -radio, televisión, internet- dominantes de la opinión pública. En dicho terreno es manifiesta la exclusión de la diferencia: en un movimiento parmenideano es negada y enviada al prohibido territorio de lo falso. Y la opinión pública ha interiorizado esta creencia a causa de todo un despliegue propagandístico, donde los efectos psicológicos por la divulgación de cifras absolutas, no contextualizadas, y el miedo cada vez mayor, genera más de lo mismo: la poca o nula credibilidad a los planteos críticos;4 para escuchar dichos argumentos, por lo general, hay que acudir a entrevistas por internet con poca llegada a la población.

Al menos se observa que en estos médicos y demás profesionales disidentes hay un interrogante y una sorpresa angustiosa: sostienen que no son escuchados, que sus reclamos al poder ejecutivo no han sido tenidos en cuenta, que el poder legislativo está en absoluto silencio y no se dan los debates de las políticas públicas de rigor.5 Y habilitemos también la pregunta por la inconstitucionalidad de las medidas adoptadas.

Estimo que este planteo crítico habilita el debate filosófico desde el esquema de opuestos verdad/ideología. Porque bien podemos pensar que todas estas irregularidades por parte del Estado son la sintomatología de un impulso ideológico y no de defensa de la verdad, el bien y la justicia. Mucho se ha escrito sobre la ideología, me limitaré a citar la siguiente definición:

“Desde una perspectiva neutra y máximamente general puede definirse la ideología como el pensamiento que resulta de dar inadvertidamente prioridad al bien [bien particular propio] sobre la verdad o al deseo sobre la inteligencia. Así, ideología resulta ser el pensamiento que implica al sujeto de manera que lo vital práctico afecta a lo especulativo teórico impidiéndole ammplificaciones esclarecedoras.”6

Matizaré dicha definición, sosteniendo que, así como no es el bien el problema -jamás podría serlo- sino el bien particular propio -como aclara el autor citado en otro pasaje de su libro- lo vital práctico afecta negativamente a las amplificaciones esclarecedoras cuando desborda a la persona. En efecto, podemos concluir que lo vital práctico, manifiesto en el miedo, maniató la búsqueda humanamente imprescindible de la verdad al modo de amplificaciones esclarecedoras.

Pero, además nuestra época, al promover por costumbre la disolución de la búsqueda de la verdad, también tiende a disolver el planteo crítico que recurre al concepto de ideología. Verdad, bien y justicia son realidades que la cultura actual del relativismo espontáneo -o con consciencia teórica- identifica como la resultante de la lucha entre relatos y prácticas, reduciendo la lucha por la verdad al resultado “creativo” del poder, a su emergencia a partir de fuerzas contrapuestas y la victoria posterior -y momentánea- de una de las perspectivas en juego. El eje filosófico nihilista -mencionemos a Nietzsche entre sus pioneros-, se torna actualmente plataforma de lanzamiento de muchas actitudes culturales de nuestro tiempo. Hoy día escuchamos hablar de la post-verdad, es lo mismo. Para este eje, la verdad, el bien y la justicia son apelativos ya fenecidos, rostros muertos de la única muerte que importa: la de Dios. Los defensores de estos valores son tildados de cándidos moralistas. Pero este posicionamiento posmoderno, ¿no es acaso ideológico?…

Lo que estamos viviendo con esta “pandemia” y el combate por la defensa de la verdad que está surgiendo impone recuperar el esquema –“cándido” para muchos- de la búsqueda y del progresivo acceso a la verdad, de la liberación consecuente del estado de aprisionamiento, de salida de la caverna: nos topamos nuevamente con el viejo y sabio Platón. Los médicos por la verdad -y también muchos de las personas “de la calle” en las manifestaciones en días patrios- llaman a “despertar”, otras de las metáforas que en la historia de la filosofía se emparentan con la liberación de un estado de engaño y de falso vivir, pensemos, por ejemplo, en el despertar de Kant de su “sueño dogmático” gracias a David Hume7; pensemos en Descartes, cuando en su personal búsqueda de la verdad es arrastrado hacia sus habituales creencias tranquilizadoras, a pesar de sospechar con serias razones que “su libertad es un sueño”.8 A su vez, se abren los interrogantes por el camino hacia la salida, por la actitud y la voluntad necesarias en el proceso subsiguiente frente al apego a lo “seguro” y a “lo conocido”, al modo de las cadenas y las sombras de los prisioneros de la caverna. Y surge la renovada pregunta por lo que le sucede al portador del mensaje liberador, quien es ridiculizado.9

Si nos desplazamos ahora hacia el ámbito universitario, leemos que la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae -documento base de las Universidades Católicas- sostiene:

“Sin descuidar en modo alguno la adquisición de conocimientos útiles, la Universidad Católica se distingue por su libre búsqueda de toda la verdad acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios. Nuestra época, en efecto, tiene necesidad urgente de esta forma de servicio desinteresado que es el de proclamar el sentido de la verdad, valor fundamental sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre.”10

Estas palabras de San Juan Pablo II resuenan hoy con gran fuerza y actualidad, en el contexto tan crítico que nos toca vivir. También el lema de la UCSF se hace eco de esta orientación: “In Omnen Veritatem”, “hacia toda la verdad”. Además, sin la verdad “desaparece la libertad, la justicia y la dignidad del hombre”, ante lo cual es necesario detenerse a pensar en las semejanzas con el escenario actual, en el que la libertad, la justicia y dignidad humanas que deben estar en el centro promoviendo el diálogo sincero, tienden a desaparecer. Es decir, el compromiso académico, ético y espiritual con la verdad en sus múltiples dimensiones, el compromiso con un peregrinar, en y hacia ella, se hace presente hoy de manera singular – considerando este llamamiento del presente, la reciente formación en la UCSF del equipo Hoy para el futuro es una importante iniciativa-.

Llegamos así a lo fundamental: Cristo Jesús, camino, verdad y vida, es quien nos hace libres, como Él mismo nos anunció: “serán verdaderos discípulos míos si perseveran en mi palabra; entonces conocerán la verdad, y la verdad os hará libres”.11 En este sentido, el pasaje citado de Ex Corde Ecclesiae continúa diciendo sobre la Universidad Católica:

“…sin temor alguno, antes bien con entusiasmo trabaja en todos los campos del saber, consciente de ser precedida por Aquel que es «Camino, Verdad y Vida», el Logos, cuyo Espíritu de inteligencia y de amor da a la persona humana la capacidad de encontrar con su inteligencia la realidad última que es su principio y su fin, y es el único capaz de dar en plenitud aquella Sabiduría, sin la cual el futuro del mundo estaría en peligro.”12

Necesitamos mantener siempre la mirada en este horizonte espiritual. Porque el riesgo es el olvido del silencio necesario para meditar y reflexionar; el tiempo cronológico con su ritmo de productividad y efectividad siempre pugnan por seguir marcando la agenda. Y en un contexto académico que mutó abruptamente, atravesado por la distancia corpórea y la virtualidad, las preguntas de fondo son urgentes. La verdad no puede ser soslayada, no ha muerto ni es una creación humana, está viva y es Él. Y como imagen de Dios, el hombre está llamado, desde su libertad, inteligencia y afectividad a ir a su encuentro, con su búsqueda, con la razón y el diálogo entre la teología, la filosofía y las ciencias, entre la fe y la razón, consciente de saberse limitado y necesitado de Dios.

1 Muy sintomática fue la expresión de la intendente de la ciudad de Santo Tomé, Daniela Qüesta: “extraña normalidad”, dicha con preocupante añoranza ante la implementación de medidas más restrictivas, anunciadas el 11/09/2020. Véase: https://www.youtube.com/watch?v=A9qxInz6j8Q.

3 Véase: https://medicosporlaverdad.net/

4 Por ejemplo, la entrevista radial a la Dra. Roxana Bruno, quien es parte de “Médicos por la verdad”. https://www.continental.com.ar/noticias/actualidad/la-dra-roxana-bruno-advirtio-que-la-vacuna-contra-el-coronavirus-esta-saltando-etapas/20200814/nota/4062705.aspx.

5 Op. Cit.

6 Choza, Jacinto: Manual de Antropología Filosófica, Madrid, Rialp, 1988, p. 334. Cursivas mías.

7 Kant, Immanuel: Prolegómenos a toda metafísica futura que haya de poder presentarse como ciencia. Madrid, Istmo, 1999, p. 29.

8 Descartes, René: Meditaciones Metafísicas. Madrid, Boreal, 1998.

9 Platón: República. Madrid, Gredos, 2000, 517a.

10 Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae del Sumo Pontífice Jun Pablo II sobre las Universidades Católicas, 4.

11 Juan 8, 31-32.

12 Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, 4.



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