¿Qué significa para nosotros vivir en la era de la posverdad?

Dra. Carmen González

Con la impactante elección del último presidente de los Estados Unidos comenzamos a escuchar este término que pareciera ser un término más, de esos que se pone de moda, pero que nada tiene que ver con lo cotidiano de nuestras vidas. Te propongo pensarlo un poco más.
Se dice que se utilizó por primera vez en 1992 y luego en 2004 un sociólogo llamado Ralph Keyes hizo uso del término en un libro que denominó “La era de la posverdad. La deshonestidad y el engaño en la vida contemporánea”, con lo cual comenzamos a ver qué tan lejano no puede resultarnos.
En principio el término parece indicarnos que vivimos en una época en la que lo verdadero ya no cuenta demasiado; es más, se lo relaciona con fenómenos históricos en los que algunos personajes ganan popularidad, adhesión y poder en base a discursos que no son verdaderos pero que a la sociedad parecen atraer. Denota la sobrevaloración de las emociones y las creencias personales por sobre los hechos objetivos. En suma, lo relativo sobre lo objetivo.

 posverdad
Esto nos lleva a considerar la urgencia de pensar este juego de objetividad y subjetividad en lo cotidiano de nuestro ser social. La multiplicidad de miradas sobre la realidad hace que muchos sostengan que “todo es subjetivo” o, peor aún, que “no hay verdad objetiva”. Aceptadas estas afirmaciones, nuestra convivencia queda a merced del más fuerte y, tal vez, del más fuerte en influencia sobre la opinión pública.
Detengámonos un instante en la cuestión de La Verdad. Los filósofos clásicos dijeron que lo verdadero es aquello que coincide con la realidad; luego llegaron los filósofos modernos que pusieron en crisis la posibilidad de conocer la realidad y, entonces, lo verdadero llegó a definirse como aquello que se puede sostener con coherencia, en el nivel de las ideas. Qué es lo verdadero en esta era que parece querer superar la cuestión de la verdad (post-verdad)? Lo que nos digan que es cierto apelando al impacto que esto tenga en nuestras emociones, de modo tal que cada cual -según la medida del impacto emocional que cada uno sienta- decidirá en su intimidad si algo puede ser aceptado como cierto o no.
Sabemos que nadie puede imponer la verdad, que nadie puede decir “yo tengo la verdad”. Pero te propongo que podamos repensar que no somos, los seres humanos, los seres superiores que pueden conocerlo todo, dominarlo todo. Que nos animemos a pensar que somos seres inteligentes habitando un mundo real que no depende de nosotros para ser lo que es. Que podemos acercarnos progresivamente y en comunidad a comprender un poco más qué es la realidad para saber qué lugar nos toca ocupar en un universo mayor que nosotros mismos.
Por tanto, seamos conscientes de que quienes ejercen o quieren ejercer algún tipo de poder sobre otros pueden estar utilizando este concepto de la posverdad para obrar y decir lo que puede generar un impacto favorable a sus propósitos. Pero también seamos conscientes de que no siempre lo que escuchemos decir sea verdadero. Los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales como nuevos medios de comunicar son una herramienta muy útil para decir y buscar efecto con lo dicho…aun cuando lo dicho no sea verdad.
¿Qué podemos hacer para no caer en la ingenuidad que beneficie a alguien y perjudique a otros? Informarnos, buscar información concreta sobre los hechos, comparar discursos, corroborar con la realidad, con lo poco o mucho que sepamos de ella. No sería razonable que organicemos nuestra vida social, que deleguemos el poder en otros en base a nuestras emociones; por valiosas que sean no hablan de la realidad sino de cómo ella nos afecta. Salir de la propia subjetividad, al encuentro de otras miradas puede ser una vía más eficaz para que vivamos un poco mejor.



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