Colaboración de Augusto Salvatto (*)
1. El sentimiento anti-establishment
Toda campaña política está marcada por un tema clave, que definirá la elección y en función del cual buscarán posicionarse los distintos candidatos. Usualmente esto se define en una dicotomía binaria: cambio/continuidad, izquierda/derecha, conservadurismo/liberalismo.
Aquel candidato que sepa interpretar mejor estas cuestiones que mueven el amperímetro electoral, será probablemente el ganador. Y eso fue justamente lo que pasó con Bolsonaro: Un candidato que hace cuatro años hubiera sido irrelevante, acaba de dejar en jaque a los partidos tradicionales de Brasil.
Es que, desde hace más de cuatro años, Brasil vive inmerso en un espiral de crisis política, institucional y alta polarización en la sociedad, marcada por el mega escándalo de corrupción conocido como Lava Jato que salpica a la inmensa mayoría de la clase dirigente del país y que tiene como consecuencia más palpable, el encarcelamiento del ex presidente Luis Inazio Lula Da Silva.
Por esto, el gran tema de la pasada elección fue: establishment vs. anti-establishment, en términos políticos. Todos aquellos candidatos relacionados de alguna manera u otra con el poder ejecutivo en los últimos 20 años, están manchados a los ojos de la sociedad brasileña por los mecanismos de corrupción descubiertos. Y son, por ende, los culpables de la mala situación económica que atraviesa el país. Esto ha implicado un importante descrédito de los partidos tradicionales y de las figuras que habían tenido un lugar en la política en los gobiernos del PT y de Michel Temer, como Fernando Haddad o Marina Silva.
El mismo Haddad lo dijo en su discurso post electoral: El PT siempre ha resultado primera o segunda fuerza política desde el retorno de la democracia. Y para una parte sustancial de los brasileros, este periodo es sinónimo de crisis y corrupción política. Y no solo por parte del PT, sino también de otros partidos tradicionales como el PSDB y PMDB, que también han tenido desempeños sumamente pobres.
El gran tema de esta campaña para la mayoría del electorado era establishment contra algo nuevo y distinto. Y esto es claramente un primer elemento que supo capitalizar Bolsonaro, posicionándose como algo diferente a lo que venía caracterizando a Brasil hasta hoy. El electorado brasilero no ha votado tanto por preferencias ideológicas, sino más bien por los candidatos que a su visión serían más honestos a la hora de manejar las cuentas públicas.
Por esto, es un gravísimo error entender esta elección en términos de dicotomía izquierda-derecha, sino más bien de establishment vs. anti-establishment.
Este factor puede leerse en gran parte de las elecciones recientes latinoamericanas e incluso a nivel mundial. Es muy visible en el caso de Donald Trump, pero también de figuras como Andres Manuel Lopez Obrador en México.
2. Los dos Brasil
No resulta una novedad que Brasil es un país enormemente desigual y polarizado. Y esto se observó claramente en el mapa de los resultados electorales del pasado domingo.
Es que, al igual que lo sucedido en las elecciones norteamericanas hace dos años, la polarización en Brasil se tradujo también en términos geográficos y a nivel regional.
Por un lado, los Estados del nordeste, menos industrializados y con un mayor porcentaje de población negra, se inclinaron tajantemente por el PT, con excepción de Ceará, que optó por Ciro Gomes, también de centro-izquierda.
En el otro extremo del país, donde se encuentran los distritos más importantes, la inclinación fue masivamente hacia Jair Bolsonaro, que logró victorias claras en los tres Estados más relevantes en términos electorales: Rio de Janeiro (Donde llego al 60%), San Pablo y Minas Gerais.
Esto nos muestra una clara división regional del país en términos electorales.
3. Polarización y la lógica del populismo.
A río revuelto, ganancia de los pescadores. Bolsonaro ha capitalizado enormemente la crisis social que vivía Brasil, y el fuerte descontento de un amplio sector social que no se sentía representado por los partidos tradicionales, y principalmente por el PT.
Por esto, el candidato de extrema derecha se ha aprovechado de la lógica del populismo que tanto se extendió en América Latina en la década anterior. El populismo implica dividir deliberadamente a la sociedad entre pueblo y “anti-pueblo”. El líder carismático y de fuerte personalidad, se presenta como el factor aglutinante de esos sectores diversos que tienen un elemento en común: Demandas insatisfechas.
En el caso de Brasil, ese heterogéneo grupo que votó a Bolsonaro lo hizo por diversos motivos. Algunos se encontraban insatisfechos con el funcionamiento económico, otros pedían un gobierno más honesto, otros una política de mayor mano dura para combatir la inseguridad, o incluso, mayor conservadurismo en términos sociales.
La campaña de Bolsonaro buscó atrapar a todos estos sectores insatisfechos con los partidos tradicionales, y ha radicalizado la lógica populista, posicionándose a si mismo como la única alternativa ante el establishment corrupto y que llevó a Brasil a la supuesta debacle económica.
Este factor es el que ha hecho colapsar a las opciones de centro-derecha, y que obliga a Fernando Haddad a buscar una gran alianza anti-Bolsonaro para reducir la brecha de 18 millones de votos que los separan, lógicamente profundizando también la polarización en el sistema.
4. El desencanto con la democracia liberal.
Según datos de Latinobarómetro, Brasil es el país latinoamericano donde la población tiene menos confianza en la democracia. Alrededor del 75% de la población se encuentra descontenta con esta forma de gobierno.
Hay que tener en cuenta igualmente, que Brasil siempre fue un país bastante desconfiado por esta forma de gobierno, especialmente en algunos sectores de la sociedad. Pero esta tendencia se acrecienta y preocupa a los analistas regionales.
Devuelta, esto es una tendencia a nivel global (Muy presente en países de Europa Oriental). En parte generada como consecuencia de la fuerte crisis económica de 2008, y en el caso latinoamericano a raíz de un debilitamiento institucional producido en la última década. El caso de
Evo Morales, es particularmente iluminador en este sentido. Ya que abiertamente se ha mostrado en contra de la democracia liberal tal como la entendemos, y al igual que Nicolás Maduro en Venezuela, pregonan la idea de una democracia plebiscitaria no liberal, donde la autoridad del liderazgo presidencial es más fuerte, y avasalla al resto de los poderes del Estado, así como también a la prensa.
Por otro lado, tampoco tiene gran sentido analítico pensar en términos dictaduras militares con el modelo del SXX, ya que, a pesar de que Bolsonaro haya reivindicado ese periodo de la historia reciente de Brasil, estamos asistiendo a un fenómeno completamente distinto, como lo es el auge de las democracias no liberales en el mundo.
5. ¿Qué nos espera de cara al Ballotage?
En las tres semanas que quedan hasta el 28 de octubre, el PT intentará reducir la brecha de 18 millones de votos que lo separan de la presidencia, buscando un gran acuerdo nacional.
En su discurso post electoral, Fernando Haddad dejó algunos lineamientos claves de lo que será una maratónica campaña contra reloj en busca de un milagro político. El candidato se mostró como un garante de la libertad, la democracia y el pluralismo, frente a lo que sería un autoritarismo racista de su oponente. La verdadera pregunta sería ¿Realmente esto es lo que preocupa hoy a los brasileros?
Por su parte, Bolsonaro, solamente deberá sumar un 4% extra de votos, que fácilmente podría obtener con una porción de los votos de Geraldo Alckim (4,8%) y Joao Amoedo (2,5%), ambos de centro-derecha.
Si hay algo que es seguro, es que esta vez la elección presidencial no solo no ha logrado destrabar las tensiones y resolver la crisis política y social en Brasil, sino que la ha acrecentado. A partir de ahora, veremos un escenario mucho más polarizado y una nueva forma de hacer política en el país carioca. Por ahora, y posiblemente por un tiempo más, a crisis nao tem fim.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales y Asuntos Exteriores por la Pontificia Universidad Católica Argentina. Profesor Universitario. Coordinador General del Centro de Estudios Internacional UCA. Maestrando en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.