Las bibliotecas y la investigación

“Siempre imaginé el paraíso como una especie de biblioteca”
J. L. Borges

 

El vínculo entre biblioteca e investigación se inscribe en el marco de un proyecto universalista que tuvo su origen en la Alejandría de los Ptolomeos, la célebre ciudad fundada por Alejandro en el 331 a. C. sobre el delta del Nilo. Como capital intelectual del Mediterráneo desde el siglo IV a. C. hasta el VII d. C., Alejandría ejecutó el ideal ecuménico de su fundador de extender la influencia cultural del helenismo hacia el resto del mundo. La maravilla de Alejandría y clave para el florecimiento de la vida académica fue su biblioteca, creada en el ámbito del Museion que Ptolomeo I Soter (325-385) hizo construir en el área del palacio, como lugar de residencia de los sabios y de hombres ilustres que habrían de dedicarse a la investigación y a la enseñanza.

Su hijo Ptolomeo II Filadelfos (285-246) financió con el tesoro real esta empresa que convocaba científicos, pensadores y artistas de todas las naciones. Pero a la par de esta corriente centrípeta, desde Alejandría emergió una fuerza centrífuga que envió emisarios reales por toda la tierra conocida hasta entonces en búsqueda de ejemplares de libros, tanto famosos como raros, y de elementos de experimentación. Estos dos instrumentos, libros (biblia-théke, “colección de libros”) y dispositivos de experimentación (apothéke, “armario” o “almacén”), constituyen la base de toda investigación científica seria. En cuanto a los libros, se adquirían o copiaban y también se traducían. En el caso de libros difíciles de conseguir, como los de los trágicos atenienses, se alquilaban a un alto precio, se copiaban y luego se devolvían. La organización de la biblioteca dio lugar al surgimiento de tres momentos indispensables del saber: la fijación y conservación de textos antiguos, la crítica literaria y las ciencias de la traducción y la interpretación. En cuanto a los elementos de experimentación, el ámbito de la biblioteca contaba con laboratorios, un observatorio astronómico, salas para investigación en botánica, un zoológico y un museo de anatomía con la colección de huesos humanos más grande del mundo. El gran médico de Pérgamo, Galeno, cirujano de los gladiadores y médico personal del emperador Marco Aurelio, pasó un tiempo en Alejandría para aprender vivisecciones anatómicas. Una segunda biblioteca aparte de la del Museo y más accesible, fue la construida en el Serapeo de Alejandría, donde se conservan las enseñanzas del legendario Bytis sobre el “camino de Hermes”. Pero es necesario mencionar que este gigantesco proyecto cultural cuyas bases estableció Alejandro, fue posible por el saqueo de las reservas de la biblioteca real de Persépolis que el Macedonio incendió y que le valiera el apodo de “Maldito” (guzastag) por parte de los persas leales al sacerdocio.

La experiencia bibliófila de Alejandría no tuvo igual hasta la creación de la imprenta por Gutenberg. El producto literario más trascendente del mundo antiguo fue el de la traducción de la Biblia hebrea al griego en la versión conocida como de los LXX o Septuaginta, realizada en el ámbito de la biblioteca de Alejandría y celebrada en los tres siglos posteriores como un día de fiesta para la totalidad del género humano. Esta traducción se convirtió en eje de las organizaciones de las bibliotecas posteriores, como las de Bizancio en general y la armenia en particular, de estructura concéntrica. En el centro, el libro de los Proverbios, los Evangelios, los Salmos y el profeta Isaías. Se traducía progresivamente la Septuaginta y todo el Nuevo Testamento. Se continuaba con la traducción de Orígenes, Juan Crisóstomo, Teodoreto y otros Padres. De las bibliotecas cristianas que más han influido en la expansión del cristianismo en el mundo, tenemos noticias precisas: la de Jerusalén (135 d. C.); la de Eusebio de Cesarea, comenzada por el historiador en torno al año 206 sobre la base de la biblioteca personal de Orígenes (185-201); la biblioteca gnóstica de Nag Hammadi que se remonta a los finales del siglo I y comienzo del II, descubierta en 1945 en trece códices papiráceos encuadernados en cuero; las bibliotecas de los primeros en cristianos en Roma, de fines del siglo I.

Para toda reconstrucción completa de los orígenes de la cultura occidental, el conocimiento de todas las bibliotecas mencionadas se hace ineludible para el investigador. Los límites del conocimiento nunca coincidirán con los límites de una biblioteca, pero sin la biblioteca los límites del conocimiento se estrecharán hasta reducirse a una miserable parcela de conjetura, antes que de conocimiento científico.

 

Dr. Juan Carlos Alby

 

Nueva Biblioteca de Alejandria, Egipto.


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