LA INVESTIGACIÓN: CONCEPTO Y FINES.

LA INVESTIGACIÓN: CONCEPTO Y FINES.

Dr. Juan Carlos Alby

Cada objeto de estudio determina su método de investigación, por lo cual, siguiendo el método apropiado de investigación según su objeto, es posible que “surjan en el alma, la ciencia, la intelección y la opinión verdadera” (PLATÓN, Carta VII 342e.). Más adelante, continúa diciendo el Ateniense:

“Porque es necesario aprender varias cosas a la vez, lo verdadero y lo falso de la entidad entera, a costa de mucho trabajo y de mucho tiempo, como dije al principio. Sin embargo, cuando después de muchos esfuerzos se han cotejado unos con otros cada uno de ellos: nombres, definiciones,       percepciones visuales e impresiones sensibles (relativas al objeto), cuando se han sometido a     discusiones benévolas, en las que no hay mala intención al hacer las preguntas ni al dar las respuestas, entonces de repente el discernimiento (phrónesis) y el intelecto (noûs), echan luz sobre cada objeto con toda la intensidad que le es posible a la capacidad humana.” (PLATÓN, Carta VII 344b.).

Por su parte, Aristóteles dice:

“Todos los hombres desean por naturaleza saber” (Metaphysica I, 1, 980a.).

Según Porfirio, biógrafo e intérprete de Plotino, el gran neoplatónico adelantó poderosas intuiciones acerca de la investigación científica:

“Sostiene en consecuencia Plotino, en forma más explícita: ´Y poniendo fin a la divagación por lo sensible, instálase en lo inteligible, y allá, desechando la falsedad, se emplea en alimentar el alma en        la llamada ´llanura de la verdad´ utilizando la ´división´ platónica para la discriminación de las     Formas, utilizándola también para la determinación de la quididad y utilizándola asimismo para la determinación de los Géneros primarios. Y, entrelazando intelectivamente las Formas derivadas de aquellos hasta haber recorrido todo el reino inteligible y desenlazándolas por la vía inversa del análisis hasta llegar a un principio, entonces es cuando, estando sosegada del modo como allá se está en sosiego, sin afanarse ya por nada una vez reducida a unidad, se dedica a contemplar, cediendo a otra arte la llamada ´disciplina lógica´ sobre proposiciones y silogismos.” (PORFIRIO, Vida de   Plotino. Plotino, Enéadas I y II, trad. de Jesús Igal, Madrid, Gredos, 1982, pp. 229-230).

Estos textos de la antigüedad permiten aproximarnos a lo que hoy es considerado como la forma más universal, representativa y prestigiosa del saber: la investigación científica. El término “investigación” (lat. investigatio) proviene del verbo latino in-vestigare, “seguir la pista”, mientras que el sustantivo “vestigio” (vestigium) hace referencia a la planta del pie. Se trata, entonces, de “seguir la huella” tratando de descubrir el golpe de la pisada en los residuos y característica de la marca conservada. Los griegos utilizaban tres palabras para referirse a los distintos aspectos de esta actividad: aníchneusis, vocablo más apropiado que anazétesis, “rebusca de las causas” o exétesis, “examen”. A su vez, esta indagación tiene la característica determinante de ser científica, es decir, de ajustarse a un objeto preciso de estudio, de adoptar un método y técnicas de exploración de acuerdo con su tema, de utilizar un lenguaje o tipo de enunciados apropiados y de comprobar su validez con criterios de prueba que también le son afines.

Esta cualidad propia de la investigación arraiga en el origen antropológico mismo del saber científico. El pensamiento moderno, funcionalista y pragmático, ha confundido el éxito de la investigación con la eficiencia, pero esta es la verificación de su móvil interior, la búsqueda de la verdad. Las causas que movilizan al investigador y por las que los resultados existen, no son ni el progreso ni el desarrollo, sino el deseo y empeño por el saber. Si se despoja al investigador de este anhelo de conocimiento, la aspiración a aproximarse o descubrir la verdad y la acumulación de recursos y los planes para hallarla desembocarán en el fracaso. El fin de la investigación científica, entonces, revela una doble dirección: por un lado, un sentido que se orienta hacia la praxis y que posibilita a la verdad mostrarse operativamente a través de métodos y comprobaciones, por el uso de la razón y de los instrumentos que esta propone frente a los fenómenos. Por otra parte, presenta un sentido más profundo y fontanal, su principio de vida y movimiento, que reside en la contemplación, en la verdad teorética, en el afán de alcanzar la verdad como un valor que, por naturaleza, atrae y se impone al hombre. Lo “teorético” no es sinónimo de lo “teórico”. Esta última palabra, también de origen griego, no aparece nunca en los escritos de Aristóteles, sino en un registro que no es filosófico, como “lo que se refiere a las procesiones”. En el lenguaje moderno, “teórico” se opone a “práctico”, es decir, a lo que es abstracto, especulativo, por oposición a lo concreto y a la acción. El propio Aristóteles emplea solamente la palabra “teorético” para designar, por una parte, el modo de conocimiento cuyo objetivo es el saber por el saber sin un fin exterior al mismo y, por otra, el estilo de vida que consiste en consagrar la existencia personal a esta clase de conocimiento. El objeto de esta actividad contemplativa es la realidad viviente. Por tratarse de un “viviente”, la vida propia de “lo contemplado” revierte sobre el que contempla y lo moviliza a la acción, lo que desenmascara la falsedad de la dicotomía entre “teorético” y “práctico”, investigación “básica” e investigación “aplicada”. El móvil interior de la investigación es la búsqueda de la verdad, lo que la distingue de la ideología, cuyo motor es la voluntad de poder. Nada más opuesto que investigación e ideología. Cuando una investigación está ideológicamente orientada, traiciona su propia naturaleza. En cambio, cuando está desinteresadamente guiada por la atracción que la verdad ejerce sobre el investigador, su éxito se encuentra garantizado.



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