La educación en estado de emergencia

La Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Santa Fe, en el ejercicio del sostenimiento académico de sus carreras de Educación, desea expresar su posición frente al estado de cosas que, a consecuencia de la Pandemia por COVID 19, desdibujó el rol central de la educación en la vida de toda sociedad.

La declaración de un estado de emergencia cubrió de legalidad una serie de restricciones que se impusieron como medidas preventivas de una crisis sanitaria que amenazaba a nuestra Nación allá por marzo de este año 2020. En ese contexto, las libertades de reunión y de tránsito se vieron suspendidas a fin de garantizar la urgencia de sostener el orden interno y la seguridad nacional. Con el enemigo viral en el territorio, la defensa pasaba por no darle oportunidad de atacar. Y los argentinos cumplimos con ese mandato. Nos cuidamos.

Al mismo tiempo, en este estado de emergencia se declararon algunas actividades como “esenciales” y luego otras como “exceptuadas” entendiendo que había actividades que eran imprescindibles para sostener la vida propia y ajena. En ninguno de las dos categorías, se incluyó la asistencia a establecimientos educativos.

De más está decir que ningún docente del país dejó de ejercer sus esenciales tareas y, queremos quedarnos en el sentido literal de la expresión. Esencial es aquello que define a algo como tal y la tarea cotidiana de sostener el vínculo con los alumnos, aquellos que nos fueron dados, hace al docente ser docente. Por ello y, aunque el Estado nunca declaró como actividad esencial a la docencia, muchos de nosotros pusimos de nuestro tiempo, de nuestro espacio en el hogar, de nuestros recursos tecnológicos y aun de nuestras propias ignorancias en el área para sostener ese vínculo. Esa es la esencia del ser docente.

Pero junto a este reconocimiento a los docentes queremos señalar el más urgente déficit que vemos transcurridos ocho meses sin actividad en los establecimientos educativos. Las Escuelas, los Institutos, las Universidades son mucho más que el lugar que permite este vínculo. La realidad nos ha demostrado que sin este “lugar” la relación pedagógica puede seguir sosteniéndose, pero lo que echamos de menos no es el vínculo pedagógico sino el encuentro de una mirada, una sonrisa o una palabra no mediada por una pantalla. El vínculo educativo que surge de la convivencia en los espacios físicos que son los que vehiculizan sin interferencias los deseos, las expectativas, pero también las frustraciones y los miedos. Son los espacios compartidos entre pares adolescentes que buscan reafirmar su identidad que adolece, entre niños y adultos que acompañan y abren la perspectiva de algo distinto, entre adultos cansados de sostener el optimismo para que los estudiantes no decaigan.

Necesitamos volver a las instituciones como lugar físico de encuentro y crecimiento para cuidarnos más, para protegernos mejor, para madurar como argentinos. Necesitamos que el estado comprenda que es urgente permitirnos volver, aunque necesariamente sea de otro modo y, habiendo visto todo lo que pereció en estos meses, podamos recuperar lo que no debe perderse nunca que es el encuentro personal. Y, no menos importante, porque necesitamos reparar el estado de desigualdades y consecuente expulsión del sistema educativo que la educación virtual provocó en todos aquellos que no tuvieron la oportunidad de “conectarse” en todo el sentido del término.

Si nuestra historia nacional nos recuerda que siempre hemos estado mirando hacia afuera como lo hicimos en marzo, para no cometer los errores que en otros países se estaban pagando demasiado caro, ¿por qué no mirar también afuera ahora para ver que con cuidados, prevención y educación sanitaria otros países han llevado adelante un responsable retorno? ¿Por qué no darle a la educación su carácter esencial para formar ciudadanos responsables y comprometidos?

En esta Facultad, hemos sostenido un año de mucha actividad pedagógica: dimos clases, tomamos exámenes, permitimos que los estudiantes rindan su última materia y egresen en medio del aislamiento. Se hizo mucho pero no fue suficiente; nada de eso supo reemplazar el aprender con otros. Los entornos digitales de aprendizaje, muy útiles como apoyo, si se usan de manera exclusiva pueden tornarse directivos e invisibilizantes de la diversidad de lo humano, con su correlato en la formación de las subjetividades aprendientes y docentes.

Ya los griegos, con el surgimiento de la polis supieron ver que la educación en lugares públicos era el camino adecuado para formar buenos ciudadanos. Queremos ser y formar ciudadanos a la altura de lo que el País necesita hoy. Y esta no es una afirmación que se vincule a posición política alguna sino tan solo a una convicción docente de muchos que nos ocupamos de formar futuros educadores.

Porque pensamos la educación y la sostenemos diariamente, solicitamos a las autoridades gubernamentales que nos convoquen, a los docentes “de a pie”, a las instituciones educativas de todos los niveles y a los gremios también, a un diálogo productivo que nos permita pensar entre todos cuáles pueden ser las mejores condiciones para el retorno y nos asegure un 2021 educativamente prometedor y esperanzado. No nos nieguen el derecho a ser quien elegimos ser: educadores, con todas las letras.

Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Católica de Santa Fe
Santa Fe, 19 de noviembre de 2020



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