La Diplomatura en Pastoral Educativa es la nueva propuesta de capacitación virtual que presentan la Universidad Católica de Santa Fe y la Junta Arquidiocesana de Educación (JAE). Dirigida al personal que trabaja en centros educativos como directivos, docentes, asistentes escolares, animadores pastorales y administrativo; e interesados en la temática; tiene como fin brindar un espacio de formación, reflexión y cualificación de la praxis pastoral.
En expresión de Emiliano Fallilone, coordinador de la Diplomatura, “la propuesta tiene como principales destinatarios a los educadores que se juegan el ‘cuerpo a cuerpo’, cotidianamente en las instituciones educativas”. Con una modalidad virtual, asincrónica en su mayor parte y con tres momentos sincrónicos; en su recorrido donde busca ofrecerle un marco reflexivo para la propia praxis y una caja de herramientas para resignificar la pastoral en lo cotidiano. Apunta a una mirada sistémica y compleja que abarca todos los niveles, incluyendo el universitario.
Se trata de una convocatoria no excluyente, porque también se encuentra abierta a aquellos interesados que quieren incursionar en la pastoral educativa y no son educadores, o no están en ejercicio. Puede ser el caso de jubilados, catequistas, animadores, dirigentes, estudiantes. En este sentido, el coordinador señaló que “una curiosidad es que muchas consultas son por parte de estudiantes de distintos profesorados o carreras afines al mundo educativo”.
Las inscripciones ya están abiertas para este ciclo que inicia el 2 de agosto y finaliza el 22 de noviembre. Para informes e inscripción: por mail a diplomaturapasteduc@ucsf.edu.ar o en www.ucsf.edu.ar
Salirse de la autorreferencialidad
El magisterio del Papa Francisco es el eje vertebral de esta propuesta formativa. Es así como inspirados en su afirmación de que “nadie se salva solo”, recogida con insistencia en la encíclica Fratelli Tutti, motivan desde la Diplomatura un quehacer sistémico que contemple, en la praxis pastoral, una mirada de red: interreligiosa, multicultural, inter-institucional.
“Queremos hacernos eco de dicha invitación, complejizando la mirada, tomando conciencia de que no somos una isla, sino que necesitamos de todos, cada uno con su granito de arena”, resaltó Fallilone. A su vez, dentro de la diplomatura se da la curiosidad, que tanto los educadores como los participantes ya inscriptos son de muchos rincones de la Argentina, por lo cual “nos permite salirnos de la autorreferencialidad y nutrirnos de una variedad de experiencias que se esconden a lo ancho y a lo largo de nuestra patria”.
Los educadores provienen de las provincias de Santa Fe, Formosa, Chaco, Buenos Aires y Córdoba. Del mismo modo, los participantes hasta ahora inscriptos son oriundos de Santa Fe, Misiones, Salta, Neuquén, Córdoba, Buenos Aires y Corrientes. “Se concibió como una propuesta local, para la arquidiócesis, y de repente trascendió: es una tremenda diversidad que enriquece, y quizás es el punto más atractivo y desafiante de la Diplomatura”, concluyó Emiliano Fallilone.
Con los pies en la tierra…
Uno de los presupuestos, como punto de partida de la Diplomatura, es no caer en la tentación de proponer una “receta mágica” o un “corpus teórico abstracto” que le escape a la vertiginosa realidad.
Por este motivo, la propuesta ofrece unos marcos, unas herramientas, unas preguntas, para que cada educador pueda abordar de forma creativa y comunitaria la realidad que afronta en su cotidianeidad, a los fines de transformarla, resignificarla, abrazarla, desde una perspectiva Pastoral y Evangélica.
El Trabajo Integrador Final, cierre de la Diplomatura, considera como uno de sus formatos posibles, la elaboración de un proyecto educativo pastoral de intervención en las comunidades educativas de origen. Para quienes están en funciones docentes y pastorales, esta instancia se presenta como una oportunidad única de trazar un plan concreto de intervención en esa realidad.
Pasar del ‘evento’ al ‘proceso’
Según indica el plan de la Diplomatura, ésta propone una pastoral “significativa y procesual”. Fallilone explica el sentido de estas palabras: “queremos distinguirnos o distanciarnos en primer lugar de una pastoral de eventos, que está regida simplemente por un calendario y que tiene el mismo efecto que los fuegos artificiales: explotan, nos deslumbran e inmediatamente desaparecen”.
“Proponemos un cambio de paradigma que apunte a los procesos, a transformar el currículum, a generar un ‘ambiente pastoral´’, una ‘cultura en clave pastoral’, que transforme las relaciones en las instituciones educativas: que la escuela sea concebida en clave pastoral y no la pastoral como un mero elemento de la escuela”. Si bien es una necesidad que lleva tiempo manifestándose en el quehacer pastoral, Fallilone se sincera explicando que “a la hora de pasar del ‘dicho al hecho’ se hace enorme e intransitable el largo trecho”.
“La idea es proponer una serie de materiales, preguntas y reflexiones para pensar proyectos que impacten en la historia, que se inserten en lo cotidiano, que sean lo suficientemente ‘maleables’ para adaptarse a las instituciones. Pero a su vez lo suficientemente significativos para impregnar las prácticas cotidianas. Dar paso del evento (eventual, duración limitada, extraordinario) al proceso (duradero, transformador, ordinario)”, detalló el coordinador de la Diplomatura.
Transformar la mirada para acoger al otro
A lo largo de los distintos encuentros, la Diplomatura se presenta como una oportunidad de forjar una mirada crítica. Pero, ¿qué significa tener una mirada crítica? El coordinador de este espacio aclara de entrada que “la mirada crítica no es una mirada criticona, que todo lo quiere romper, porque nada sirve, donde siempre hay que arrancar de cero porque todo está mal”.
La mirada crítica que aquí se propone, “es aquella que permite ver la realidad con los lentes del Evangelio, con la mirada positiva de Jesús, que encuentra siempre un germen de bien donde todo lo que parece perdido, para poder abrazar la realidad como viene”. Se procura entonces adoptar los criterios evangélicos de la misericordia, la opción preferencial por los últimos, la centralidad de la comunidad, la búsqueda de la verdad, la cultura del encuentro y del diálogo.
“No se trata de pretender una realidad idílica, que nunca existió ni va a existir, sino de aprender a desarrollar una mirada que nos permita disfrutar el encuentro con el otro; quien, en lugar de ser un problema a resolver, se convierte en oportunidad y me devuelve un poco del rostro de Dios”.
Así, una mirada crítica sabe detectar aquello que da vida y dignifica, de aquello que mata y divide, y permite poner en marcha procesos de transformación, siguiendo el paradigma propuesto por la Doctrina Social de la Iglesia y tomada con mucho fervor por el Magisterio Latinoamericano: ver, discernir, actuar y celebrar.
Nota publicada en El Litoral.