En la homilía del domingo 6 de agosto el Sumo Pontífice brindó palabras de aliento y esperanza al millón y medio de jóvenes reunidos en Lisboa, por la JMJ. Milagros Giusti, miembro de nuestro estudiantado, comparte su experiencia en la celebración eucarística internacional.
En la mañana del domingo 6 de agosto se celebró la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud en Parque Tejo, Lisboa. La misma se enmarcó en la celebración de la Fiesta de la Transfiguración del Señor.
El Papa Francisco retomó la lectura meditada, «Señor, ¡qué bien estamos aquí!» (Mt 17,4), para dar gracias y celebrar el encuentro internacional vivido desde el 2 de agosto. En una invitación a los jóvenes preguntó qué sería aquello que se debería llevar cada uno de esta experiencia para su vida cotidiana.
“¿Qué nos llevamos? Resplandecer, escuchar y no tener miedo.”
Resplandecer y escuchar
El encuentro vivido a nivel mundial es para la Iglesia católica como el mismo rostro de Jesús transfigurado, “resplandeciente como el sol” (Mt 17,2). Como dijo el Sumo Pontífice, es un “baño de luz” que los prepara para la noche de la pasión, un destello de luz que ilumina miradas, corazones, mentes:
“Amigos, queridos jóvenes, también hoy nosotros necesitamos un destello de luz que sea esperanza para afrontar tantas oscuridades que nos asaltan en la vida, tantas derrotas cotidianas para afrontarlas con la luz de la resurrección de Jesús, porque Él es la luz que no se apaga, es la luz que brilla aun en la noche. Pero quisiera decirles que no nos volvemos luminosos cuando nos ponemos debajo de los reflectores, no, eso encandila. No nos volvemos luminosos cuando mostramos una imagen perfecta, bien prolijitos, bien terminaditos; aunque nos sintamos fuertes y exitosos. Amigo, cuando haces obras de amor mirándote a vos mismo, como un egoísta, ahí la luz se apaga. Nos volvemos luminosos, brillamos, cuando, acogiendo a Jesús, aprendemos a amar como Él, hacia afuera”, comentó.
Decálogo del joven cristiano es aprender a vivir del «Escúchenlo» proclamado en Mt 17,5, porque “Él nos enseña el camino del amor. Por ahí nosotros con buena voluntad emprendemos caminos que parecen ser del amor, pero en definitiva son egoísmos disfrazados de amor”, remarcó Francisco.
“No tengan miedo”
“A ustedes, jóvenes, que han vivido este gozo; que cultivan sueños grandes pero a veces ofuscados por el temor de no verlos realizarse; que a veces piensan que no serán capaces; tentados en este tiempo por el desánimo, por juzgarse quizás fracasados o por intentar esconder el dolor disfrazándolo con una sonrisa; a ustedes que quieren cambiar el mundo y que quieren luchar por la justicia y la paz; que le ponen ganas y creatividad a la vida, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes que la Iglesia y el mundo los necesitan; que son el presente y el futuro.”
“Él los conoce, conoce el corazón de cada uno de ustedes, conoce la vida de cada uno de ustedes, conoce las alegrías, conoce las tristezas, los éxitos y los fracasos, conoce el corazón de ustedes. Lee vuestros corazones y Él hoy les dice: Anímense, “no tengan miedo”.
Una experiencia en primera persona
Milagros Giusti es estudiante de tercer año de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Ella, con su comitiva de jóvenes de Esperanza, viajó a vivir este encuentro junto a un millón y medio de jóvenes incendiados por el deseo de crecer y encontrarse en un mismo camino de fe.
En relato de su último día en Lisboa, la joven comparte que “la misa de cierre fue un momento de mucha paz, de mucho amor. Había tanta gente que estaba ahí en Lisboa por lo mismo, para compartir, para alegrarse, para conocer, para intercambiar cómo vivimos la fe en Cristo. Se notaba el respeto a cada uno en los momentos de lectura, en la vigilia y en la adoración. Eran momentos donde estaba un lugar lleno, pero todavía había silencio porque todos sabíamos para qué estábamos allí. Vivirlo con tal intensidad, con toda la plenitud de Cristo rodeado de amor y palabras.”
“Las palabras del Papa nos llegaron porque nos incentivan a ser luz para otras personas, a no tener miedo en tiempos de ansiedad, a escuchar. Lo más importante de la JMJ fue escuchar, intentar entender a los otros en sus diferentes idiomas. El lenguaje universal que todos compartimos es el del amor”, concluye Milagros en su testimonio.