Etiquetado frontal: un camino de aprendizaje lector 

Los octógonos negros en los envases aparecieron para quedarse y es clave aprender a leerlos. Informar y aprender a leer que dicen los sellos y qué significa cada uno, es la clave señalan los especialistas. 

El consumo excesivo de azúcares, grasas saturadas, grasas totales y sodio se ha convertido en un problema de salud pública que afecta a una gran parte de la población. Sobrepeso u obesidad, diabetes, hipertensión arterial, enfermedades vasculares, cardíacas, cerebrales y renales, son algunas de las problemáticas más frecuentes. 

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala que el exceso de “nutrientes crítricos” está directamente vinculado con los tres factores de riesgo más asociados con la mortalidad son la hipertensión, la hiperglucemia en ayunas (medida como el nivel de glucosa en plasma en ayunas) y el sobrepeso o la obesidad. Esta ingesta excesiva se debe hoy a la amplia disponibilidad y promoción de productos procesados y ultra procesados, con excesos de edulcorantes y cafeína. 

Hoy, en nuestro país está en vigencia la Ley de Etiquetado Frontal, una normativa en orden a la promoción de la alimentación saludable, basada ésta en un equilibrio y variedad de nutrientes esenciales. 

En este marco, desde la Licenciatura en Nutrición de la Universidad Católica de Santa Fe, se impulsan diferentes proyectos abocados a la evaluación del impacto del etiquetado frontal de alimentos en la intención de compra de consumidores, como así también en su difusión e información en la comunidad. 

Investigación y comunicación 

En colaboración con investigadores de Colombia, Ecuador, México y Panamá, la UCSF revisó la eficacia de cuatro sistemas de etiquetado frontal para alimentos y bebidas industrializados. La interpretación de los octógonos fue probada mediante una simulación de compra mediante un cuestionario de aceptabilidad-compresión y una evaluación por medio un modelo de perfil de nutrientes. “Esta investigación es un espacio valioso, colectivo, para tender puentes y lazos de cooperación y aprendizaje” señala la Lic. Natalia Romero Matiheu, especialista en la temática y docente de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Casa de Estudios. 

Como otra de las iniciativas, estudiantes de comunicación de la Facultad de Filosofía y Humanidades llevan adelante un proyecto comunicacional que permite “acercar a diversos grupos etarios, de manera fácil y concreta, los conocimientos para aprender a alimentarse saludablemente”, comenta la Lic. Romero Matiheu. La actividad se integra en un proyecto de extensión desde la cátedra de Educación Alimentaria y Nutricional. 

Paralelamente, la Universidad está trabajando con alumnos y alumnas del último año de escuela primaria Sagrada Familia en la producción de reels informativos acerca de las leyendas precautorias que aparecen en envases y envoltorios. 

Educación saludable 

Estas propuestas de educación saludable no significan una prohibición, sino que proponen un conocimiento más profundo de la salud del propio cuerpo y de los nutrientes que éste necesita. “Los consumidores a veces nos asustamos cuando vemos en las góndolas alimentos que considerábamos saludables con múltiples octógonos y llenos de leyendas. Por eso, llevar esta información busca informar y sacar ese miedo; para poder luego elegir con consciencia”, expresa la nutricionista. 

El etiquetado permite distinguir fácilmente los productos sin sellos, priorizando la elección de las opciones más saludables. Según los especialistas, las comparaciones del número de sellos presentes en los productos deben hacerse en una misma categoría de alimentos, por ejemplo “yogurts”. De esta manera los consumidores pueden seleccionar la mejor opción entre las opciones disponibles.  

Se trata de cambio de paradigma, donde ya no se cuentan calorías y cantidades, sino que propone un camino de aprendizaje lector y de alimentación más natural. “Tratamos de a poco en ir concientizando que es preferible elegir la papa al puré instantáneo. Nos damos cuenta de que es clave el rol de los chicos. Ellos son un puente, porque hablan con sus papás, les ayudan a entender estas nuevas leyes y formas de alimentación”, concluye la Lic. Natalia Romero Matiheu.  

Aplicación gradual  

Es importante recalcar que no todos los alimentos deben llevar este etiquetado, sólo aplica a aquellos alimentos que superan los límites definidos por la OPS, la cual considera los valores máximos en base al porcentaje de calorías provenientes de cada nutriente sobre el total de calorías del producto. Cuanto más procesado es un alimento, más de estos añadidos tendrá.  

Hoy en día, en los pequeños y grandes supermercados o almacenes aún conviven productos con y sin sellos. Esto se debe a que ciertas empresas pequeñas o medianas tienen un plazo mayor de tiempo para incorporar el etiquetado. Además, hay productos con vencimientos más prolongados, como los enlatados, que como fueron producidos antes de la fecha de implementación pueden no tener sello. 

Desde el Ministerio de Salud y la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) lanzaron una calculadora de sellos, de acceso público y abierto, que permite realizar los cálculos oficiales que indican cuáles son los productos cuyos nutrientes críticos son iguales o superiores a los límites definidos en la ley. 


Qué significa cada sello, según el “Manual para la aplicación del rotulado nutricional frontal”, basado en la segunda etapa de aplicación de la Ley:
Exceso de azúcares: el aporte de calorías es mayor al 20%. Cabe aclarar que no se considera azúcar añadido a los provenientes de frutas y hortalizas (enteras o en trozos) frescas, disecadas, deshidratadas y/o liofilizadas.
Excesos en grasas: en referencia a las totales, en la composición final del producto el 30% de las calorías del alimento provienen de las grasas totales; al hablar de grasas saturadas, se aplica cuando el 10% de las calorías del alimento provienen de este nutriente crítico.
Exceso de sodio: contiene 1 mg por cada kilocaloría del producto o cuando el alimento contiene 300 mg o más de sodio por cada 100 gramos o mililitro de producto, independientemente de su contenido energético.
Exceso de calorías: sólo se consigna si los productos presentan excesos de azúcares y/o de grasas.



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