Daniel Rotsztain es un canadiense que participa en el movimiento Calles para la gente, y decidió hacer un experimento claro y contundente. Con las correas de una mochila y un aro plástico fabricó un anillo de dos metros alrededor suyo, para que nadie pueda acercarse a él y todos deban respetar la distancia social a su alrededor. Salió con su artefacto a la calle y el video de YouTube nos muestra que no le fue nada fácil recorrer las calles de Toronto. Lo sorprendente del experimento es que la única manera de caminar por el espacio publico respetando la distancia entre personas es haciéndolo por el medio de la calle, ninguna vereda resiste análisis. El video está disponible aquí (código QR al final del artículo), es corto y bastante tragicómico.
En Posadas, en el caso de las calles del centro por dónde circulan los colectivos, la gente no podría ni intentar hacer el experimento del canadiense, no hay espacio para caminar por las veredas. Calles como Junín, Buenos Aires o Rivadavia deberían tener dos carriles centrales, uno para el colectivo que está embarcando gente y otro para el colectivo que pasa y el resto tendría que ser todo vereda.
Es muy importante que no nos olvidemos que el transporte público es el mayor canal de transmisión del coronavirus. La nueva realidad frente al Covid-19 no nos pide que dejemos de tomar el colectivo, ni mucho menos, sino que lo usemos lo menos posible. Y la solución más sensata a este pedido de las autoridades sanitarias es el recurrir a la complementariedad de transportes.
Imaginemos, por ejemplo un comerciante que vive en Itaembé Miní y quiere ir a atender su local en el centro de la ciudad. La esposa -que se queda trabajando por el barrio donde viven- lo acerca con el auto particular hasta la terminal Quaranta. Allí se toma el colectivo oruga hasta el centro, y en la calle Buenos Aires, esquina con Bolívar, toma una bicicleta gratuita de la ciudad para ir hasta su negocio. En otras ciudades en el centro encontramos triciclos bicitaxi, o monopatines eléctricos. De eso se trata la complementariedad para moverse. Ahora, cada uno de nosotros podría pensar cómo hacer el camino desde su casa al trabajo, o a estudiar, usando siempre lo menos posible el colectivo. Sin dudas, lo que más nos ayudaría son las ciclovías y las peatonales.
En Francia, la ministra Elisabeth Borne, encargada de gestionar el Ministerio de Transición Ecológica, está trabajando en un plan viable para el 11 de mayo -fecha en la que se ha anunciado el fin del confinamiento- para que la bicicleta sea el medio de transporte que facilite el distanciamiento interpersonal, según informa el diario La Vanguardia. En esta nueva escena la protagonista es -sin dudas- la bicicleta, porque es la forma de poder cubrir las distancias que necesitamos, llegar sin cansarnos a esos lugares y con total libertad, aunque el colectivo no llegue hasta allí.
Este año se habló a nivel local de habilitar el tren como transporte metropolitano para nuestra área. Así, una persona que trabaja en el Hospital Madariaga podría ir en su propia bicicleta desde su casa hasta la estación de tren de Garupá, allí tomar el tren a Posadas y desde la estación próxima al puente internacional, caminar por una nueva peatonal que se podría hacer y que lo lleva hasta el Parque de la Salud. Aquí la intermodalidad será haber podido usar tres formas distintas de transporte de forma complementaria y en su medida justa. No podríamos haberle pedido al usuario que venga en bicicleta desde allá, tampoco es posible ir con el tren hasta la puerta de su casa y mucho menos pedirle que haga los 20 kilómetros caminando.
En California, donde también tienen prevista la cuarentena hasta el 11 de mayo, el municipio de Oakland cerró 120 kilómetros de calles en un esfuerzo por darle a los vecinos más espacio para caminar y andar en bicicleta de manera segura, a través de los barrios. Lo mismo ya hicieron en Bogotá, Ciudad de México y Vancouver. Mientras, en Berlín publicaron su Regelpläne Radverkehrsanlagen, un manual para ampliar toda su red de ciclovías adecuando los carriles de la derecha como exclusivos para biciusuarios y quitando estacionamientos a los autos. Todas medidas para poder enfrentar la pandemia.
En conclusión, de lo que podemos estar seguros es que el tiempo del auto particular en la zona céntrica llegó a su fin. Ya no tienen nada que hacer un auto ahí, deben seguir ingresando los vehículos esenciales y nada más. No son eficientes, contaminan con su ruido, sus embotellamientos y dejando una huella de carbono muy perjudicial.
Si además caemos en la cuenta de que todas estas alternativas de transporte son sustentables, amables con el medioambiente, descongestionan el centro y encima cuidan nuestra salud, es casi obvio que el futuro no podría ser de otra manera.
Por, Eduardo Saldivia, arquitecto, docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Santa Fe, Sede Posadas