Emociones y virtualidad

Clases virtuales en tiempos de coronavirus. Un aporte desde la cátedra de Psicología de la Educación de las docentes Laura Oitana, Aldana Abad y Silvina Fantín.

La pandemia del coronavirus en nuestro país trajo de la mano la obligación del aislamiento social y el gran desafío de educar a través de encuentros en aulas virtuales. Para muchos docentes y estudiantes de la UCSF esta es una nueva modalidad de trabajo; para otros continuar con una metodología utilizada como complemento de la clase presencial. En mayor o menor medida, nos encontramos movilizados por este desafío, que tiene el valor de un imperativo

Como docentes estamos aprendiendo a “enseñar virtualmente”. Tenemos que repensar las prioridades, revisar estrategias, adecuar las experiencias que disponemos para favorecer el encuentro con los estudiantes. Necesitamos recordar la importancia que tiene hacer posible un verdadero encuentro pedagógico. Las pantallas están mediando, pero somos responsables de humanizar ese vínculo, nutrirlo, sostenerlo con actitud empática y calidad educativa.

Uno de los conceptos que en este contexto adquiere significatividad y puede ayudarnos es el de “inteligencia emocional”. Para Daniel Goleman la “inteligencia emocional” es un factor que indica la habilidad para motivarse y persistir frente a las frustraciones, controlar impulsos, regular los estados de ánimo, evitar que las situaciones de sufrimiento e incertidumbre, obstaculicen la habilidad de pensar y desarrollar empatía y esperanza. Gestionar las emociones para favorecer el encuentro, es una clave para caminar fortalecidos en esta coyuntura.

Siguiendo con la línea de la inteligencia emocional, tenemos que activar ese mecanismo de valoración automática de los hechos que todos tenemos y tratar de hacerlo de manera positiva. En cada hecho, acción o circunstancia, valorar lo positivo, creemos, puede ser otra clave para seguir avanzando. 

Por lo tanto, necesitamos generar vínculos con nuestros estudiantes donde haya tiempo para conversar sobre sus expectativas y las nuestras en relación a las materias, temores frente a lo nuevo, la ansiedad que generan las propuestas de cada cátedra, el poder o no conectarse y concentrarse, adaptarse a una rutina de estudio muy diferente. Tenemos que estar alertas al desánimo, al desaliento que pueda despertar el sentirse solos con la complejidad de los contenidos o la superabundancia de trabajo. La escucha, el prestar atención a las demandas, orientar procedimientos, avanzar con serenidad, se constituyen así también en estrategias de nuestro accionar docente. No sólo se trata de “dar” consignas de trabajo escritas y a cumplir en determinados tiempos. Se trata de resignificar cada consigna que planifiquemos, porque ellas son oportunidades para crear propuestas nuevas y actividades con sentido.

Los encuentros sincrónicos pueden ser un recurso importante para que los estudiantes se escuchen, se vean e intercambien conocimientos y emociones y también para que “nos vean”. El encuentro debe ser primordial, debe seguir siendo ese objetivo que en cada clase pensamos, proponemos y planificamos. Tal vez estas demandas sean mayores en los jóvenes que inician sus estudios superiores, en algunos casos lejos de su hogar, de sus afectos, afrontando los cambios con cierta incertidumbre y ansiedad.

El camino para los que nos dedicamos a enseñar fue, es y será el encuentro. El encuentro con el otro, con los otros, con uno mismo, con sus certezas y contradicciones, con lo que soy y con lo diferente a mí, con mi rigidez y con mi capacidad de cambio, adaptación y aggiornamento. Cuántas veces nos encontramos con caminos sinuosos, con piedras y espinas, difíciles de caminar, como en este momento, donde marchamos sin certezas de saber cómo y cuándo llegaremos, deseando que la salida sea la luz y se aproxime pronto.

¿Y nuestras propias emociones como docentes ante este inédito emprendimiento? Necesitamos compartir con otros lo que nos sucede, poner en palabras los temores, el agobio temporal, la ansiedad ante lo desconocido; sostenernos para poder sostener con serenidad y alegría. Encontramos en el trabajo colaborativo y las redes afectivas un camino para hacer posible una experiencia educativa con sentido, calidad y saludable para todos. Una clave más…

 

Por Laura Oitana, Aldana Abad y Silvina Fantín
Docentes de la cátedra Psicología de la Educación
Facultad de Psicología y Facultad de Filosofía y Humanidades.



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