El río la nombra

El origen singular de la ciudad entrerriana de Paraná

Por Silvia de la Madrid, estudiante de la Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Santa Fe, en la ciudad de Concordia (Entre Ríos)

El pasado 6 de julio se cumplieron los 290 años del informe que eleva el primer Párroco de Paraná, el Pbro. Francisco Arias Montiel al gobernador Mauricio de Zavala sobre su actuación en la capilla que construye dentro del fuerte. Este aniversario mueve a reflexionar sobre el origen de la ciudad de Paraná.

Los españoles durante el periodo colonial en América nominan los espacios que conocen e incorporan al dominio real como una forma de explicar el territorio y sus acciones en la narrativa cartográfica y textual. Utilizan su lengua y asumen voces originarias para designar las tierras y las aguas mientras fundan ciudades. Las nombran según el santoral católico que siembran por el territorio aborigen; unas veces como la tierra de la que provienen los fundadores y conquistadores; otras con vocablos nativos. Asunción del Paraguay, fundada al comienzo de la conquista y Concepción del Uruguay, finalizando el periodo, son dos casos de nominación relacionados con la Virgen María y a dos ríos de la cuenca del Plata.

El proceso colonizador se apropia, instituye jerarquías, distribuye el espacio y funda ciudades según criterios de la corona española. Sin embargo, en el desarrollo surgen creaciones singulares, no previstas. Es el caso de Paraná, un centro urbano ubicado frente a Santa Fe, surgido a partir de la población que comienza a centralizar sus actividades económicas alrededor de las vaquerías. Los centros de apropiación del ganado se ubican en espacios habitados o de circulación de la población nativa con quienes conviven, pactan o se enfrentan, durante el siglo XVII y comienzos del XVIII. Estos espacios son evangelizados en forma esporádica y, en ciertos casos, pueden contar con alguna capilla precaria para las celebraciones y catequesis.

A principios del siglo XVIII comienza el periodo de cambio de corona dinástica que instala la corona borbónica en España con el reinado de Felipe V por un largo periodo, interrumpido por la sucesión y muerte de su hijo Luis I, y con él las reformas administrativas del imperio. En el caso de la cuenca del Plata varios asuntos requieren soluciones. Entre ellos, el problema lusitano resuelto con la entrega de la Colonia de Sacramento, necesita fortalecer la presencia española en la Banda Oriental; en Buenos Aires se requiere limitar el acceso a cabildantes locales y a sus decisiones que privilegian sus beneficios en desmedro de la corona; en Santa Fe atender la problemática en relación al movimiento aborigen que la rodea y, en la cuenca, el riesgo del extermino del ganado cimarrón reclama medidas que posibiliten su crianza. Para ello Felipe V otorga un carácter militar a la gobernación del Río de la Plata con el consiguiente envío de gobernadores militares.

La llegada del vasco Mauricio de Zavala en 1717 establece el plan de gobierno español en el dominio del Plata. Para fortalecer la presencia española en la banda oriental el gobernador funda Montevideo. En Santa Fe, por su lado, su cabildo alrededor de 1725 trata, como una posibilidad, un nuevo traslado de la ciudad a La Bajada, núcleo poblacional ubicado frente a la ciudad. Nombrada en la cartografía de la época también como Baxada o la Capilla, se caracteriza por sus actividades ganaderas en las estancias, la apropiación de ganado cimarrón, la provisión de carne a Santa Fe y la circulación por el camino terrestre hacia Corrientes. Para fortalecerla el gobernador decide la construcción del fuerte en el lugar, también en 1725. En cuanto al problema de la extinción del ganado cimarrón prioriza la territorialización en aquellos espacios donde existieron las vaquerías mediante la radicación de la población a fin facilitar los procesos de cría y domesticación del ganado, ahora acompañados por nuevas formas de control.

En el marco de su proyecto de gobierno, Zavala solicita al Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires la creación de curatos en una serie de puntos entre Santa Fe y el sur de la ciudad de Buenos Aires. La mayoría se ubican en la margen derecha del río Paraná y uno en La Bajada. Cubierto de párroco este último, por concurso, asume del Pbro. Francisco Arias Montiel en 1831. Un año más tarde, el 6 de julio de 1732 el Párroco eleva un informe al gobernador Zavala que localiza en la Iglesia del Paraná.

Esta nominación del lugar de arraigo y donde se ejerce una función de autoridad al encabezar el informe para un referente de gobierno le da a “la Iglesia del Paraná” el carácter de fundante de una urbanidad que tiene en el fuerte un lugar común para el resguardo de la vida en caso de necesidad. Allí el párroco levanta la capilla para las celebraciones, registra los sacramentos que se imparten y enseña las primeras letras.

La capilla de La Bajada como la iniciadora de la ciudad de Paraná es una particularidad reconocida por historiadores entrerrianos y es el río en su vocablo nativo el que le da su nombre. Esta ciudad latinoamericana no fundada, no nombrada ni planificada surge de las acciones de gobernantes, eclesiásticos y vecinos en relación con su contexto. Una vez logrado su propio cabildo, avanzado el proceso revolucionario, son los vecinos quienes eligen, además, el patronazgo español de la Virgen del Rosario, patrona, a su vez del río Paraná.

Es así que “la Iglesia del Paraná” da origen a la ciudad a partir de la vinculación de la población de La Bajada con el gobernador y de éste con el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires. Es ella el puntapié inicial de la ciudad que nombra el río. Y desde una narrativa poética, puede decirse que las aguas del Paraná en su recorrido constante, al pasar la nombran; son ellas las que al seguir el cauce la pronuncian, como escucharon decir a la voz nativa desde el principio; son ellas las que legan el vocablo primero, más allá del tiempo y los dominios.

 

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