El pasado 16 de octubre se llevó a cabo un nuevo encuentro virtual en nuestro habitual Círculo de Reflexión socio-eco-jurídica en modalidad virtual, a cargo de Selene Saidler quién expuso sobre “Los límites del crecimiento” de Yayo Herrero, en: “El TAV y su modelo social”.
Dicho texto trata sobre cómo nuestro modo de vida se va deteriorando como consecuencia del crecimiento continuo del uso de recursos impulsado por el sistema capitalista.
El cambio climático, las crisis energéticas y la pérdida de biodiversidad son consecuencias de ese sistema. En primer lugar, el cambio climático no solo está provocando el derretimiento de los casquetes polares debido a la subida de la temperatura del planeta, sino también ha cambiado completamente las reglas del juego del mundo de lo vivo. Los animales nacen antes, las plantas florecen antes de que los insectos hayan salido para polinizarlas. En segundo lugar, las crisis energéticas generadas por la utilización extrema del petróleo que ha comenzado a afectar al planeta, sobretodo a las personas de los países más empobrecidos. No existe alternativa energética inmediata que reemplace los niveles de consumo del petróleo. Y en tercer lugar, la pérdida de biodiversidad que incluye también la pérdida del lenguaje, las culturas y las etnias. Hay conocimientos generacionales que se perdieron y que se van perdiendo. Hace 100 años la arquitectura sabía cómo mantener refrigerada una casa sin el uso del aire acondicionado y calefacción. Hoy en día, esos servicios son infaltables en una casa. La pérdida de la lengua resulta un problema grave, ya que al perderse lenguas, se pierde diversidad cultural y formas de adaptación de los diferentes entornos. La pérdida de información sobre la vida determina nuestra existencia. Los países tropicales han sabido mantener sus culturas y como consecuencia, su biodiversidad. En cambio, los más desarrollados, no supieron mantener su cultura y su biodiversidad como consecuencia de la pérdida del lenguaje.
Todo este contexto, se da en un mundo polarizado y desigual entre los países desarrollados que utilizan recursos y generan residuos en otros lugares del mundo y entre los países proveedores de materias primas que asumen las consecuencias ambientales. Esta polarización provoca una violencia estructural que va a desatar una crisis sin precedentes. Aquí la economía de los países occidentales juega un papel fundamental. Al no compatibilizar su uso con la ecología, arrastra todo lo vivo.
En un primer momento, antes de la Revolución Industrial, las sociedades vivían de los recursos naturales producidos por el ciclo habitual de la naturaleza. El motor que movía todo era la energía del sol. No se utilizaba lo que suponía un derroche energético. Había diversidad de cultivos en los huertos de los campesinos. Pero con la aparición del capitalismo y al disponer de la energía fósil, se comenzó a dejar a un lado el uso de la tierra.
La sociedad actual se basa en la idea de crecer económicamente y esa postura implica sacar más recursos de la tierra y generar más residuos. El PBI, según Nekane, es una falacia, ya que cuenta valores monetarios y no tiene en cuenta el deterioro ecológico, de las relaciones comunitarias, la insatisfacción de la gente o la infelicidad de las personas. Las personas sanas no son parte del PBI, pero ahora bien, cuando la persona está enferma y tiene que ir al hospital o comprar medicamentos, el PBI aumenta. Lo mismo con el agua, si la puedo beber de un río no cuenta pero si está depurada, embotellada y la puedo comprar, sí. Un sistema que contabiliza la destrucción como riqueza. El transporte de recursos de un lugar a otro sumado al aumento del PBI, lleva a matar con la naturaleza. La autora hace una paralelismo con la física, explica que la velocidad era función del espacio y del tiempo y que ambos impactan en la sostenibilidad. En cuanto al espacio, dice que la naturaleza está adaptada a un espacio vivo, fijo y a un movimiento vertical (cuando los elefantes se mueven, se destruye en parte la naturaleza, pero ese impacto es asumible para la naturaleza, y puede renovarlo). En cambio, el movimiento horizontal motorizado de los seres humanos ha provocado que la naturaleza no pueda recuperarse. Con respecto al tiempo, dice que los seres humanos medimos el tiempo del mercado, el tiempo del capital y no el tiempo de los ciclos de la naturaleza. La utilización industrialista del espacio y del tiempo corrompe el mundo de lo vivo.
Los ritmos actuales de la vida no son compatibles con la velocidad. Nos preocupa el resultado y no como llegamos hasta aquí. Esta velocidad es totalmente incompatible con la democracia, ya que para llegar a soluciones de consenso se necesita tiempo. Se ha perdido la articulación comunitaria, el encuentro, el debate, la construcción colectiva.
La autoría remarca la necesidad de construir una cultura ecológica de la lentitud, recuperando el placer de los tiempos tranquilos.
El uso acelerado de la naturaleza, la generación de residuos, la imposibilidad de suplantar el petróleo, entre otros, ha puesto en evidencia la incapacidad del capitalismo de construir un estado de bienestar común.
El texto se encuentra disponible en https://drive.google.com/file/d1SwP-9JTKsTRCwjnuoyhv5HjrJgLSw6hD/view
Texto: Paulina Belbey