Buscar la verdad y defender la vida

A raíz de la implementación del Nuevo Código Civil y Comercial en nuestro país, se desarrolló en la UCSF un Congreso sobre los Aspectos Interdisciplinarios que allí entran en juego. Mons. Alberto Bochatey, Obispo auxiliar de La Plata, disertó en torno a las reflexiones cívicas y bioéticas que acarrea este nuevo documento.

El Congreso fue organizado por el Instituto de Bioética “Jérôme Lejeune”, el Vicerrectorado de Formación de la UCSF y la Universidad Católica Argentina Sede Paraná. Para el mismo, se eligieron los artículos del Código Unificado que hacen referencia a la persona y a los aspectos personalísimos de la misma, sobre los cuales se abordaron las cuestiones jurídicas, científicas y bioéticas. Cada panel estuvo integrado por un médico, un especialista en Derecho, y un profesional de la Bioética.

La conferencia de Apertura estuvo a cargo del Vice Canciller de la Univecongreso-bioetica-bochatey-ucsfrsidad Católica de La Plata, Mons. Mgter. Alberto Bochatey, quien disertó sobre “Aspectos Bioéticos del Código Unificado”. Al respecto, expuso que “la sociedad civil se encuentra hoy en un complejo proceso cultural que marca el fin de una época y la incertidumbre por la nueva que emerge al horizonte. Las grandes conquistas de las que somos espectadores nos impulsan a comprobar el camino positivo que la humanidad ha realizado en el progreso y la adquisición de condiciones de vida más humanas. La mayor responsabilidad hacia países en vías de desarrollo es ciertamente una señal de gran relieve, que muestra la creciente sensibilidad por el bien común. Junto a ello, no es posible callar, por otra parte, sobre los graves peligros hacia los que algunas tendencias culturales tratan de orientar las legislaciones y, por consiguiente, los comportamientos de las futuras generaciones”.

Del mismo modo, continuó expresando que “la libertad política no está ni puede estar basada en la idea relativista según la cual todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente verdaderas y tienen el mismo valor, sino sobre el hecho de que las actividades políticas apuntan caso por caso hacia la realización extremadamente concreta del verdadero bien humano y social en un contexto histórico, geográfico, económico, tecnológico y cultural bien determinado. La pluralidad de las orientaciones y soluciones, que deben ser en todo caso moralmente aceptables surge precisamente de la concreción de los hechos particulares y de la diversidad de las circunstancias”.

Bochatey hizo referencia a cuestiones en las que el Nuevo Código hace énfasis, entre ellas, la objeción de conciencia y la misión que tiene la Iglesia en esta cuestión que en los últimos tiempos ha tomado relevancia pública. “No es tarea de la Iglesia formular soluciones concretas, y menos todavía, soluciones únicas, para cuestiones temporales que Dios ha dejado al juicio libre y responsable de cada uno. Sin embargo, la Iglesia tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral. Si el cristiano debe “reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales” (Gaudium et Spes 75), también está llamado a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo moral, nociva por la misma vida democrática, pues ésta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, esto es, de principios éticos que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son ‘negociables’. La Iglesia es consciente de que la vida de la democracia, aunque sin duda, expresa mejor la participación directa de los ciudadanos en las opciones políticas, sólo se hace posible en la medida en que se funda sobre una recta concepción de la persona. Se trata de un principio sobre el que los católicos no pueden admitir componendas, pues de lo contrario se menoscabaría el testimonio de la fe cristiana en el mundo y la unidad y coherencia interior de los mismos fieles”, dijo Monseñor.

Sobre el deber moral de coherencia entre la conciencia y la vida de los fieles laicos, Bochatey manifestó que “en las sociedades democráticas todas las propuestas son discutidas y examinadas libremente. Aquellos que, en nombre del respeto de la conciencia individual, pretendieran ver en el deber moral de los cristianos de ser coherentes con la propia conciencia un motivo para descalificarlos políticamente, negándoles la legitimidad de actuar en política de acuerdo con las propias convicciones acerca del bien común, incurrirían en una forma de laicismo intolerante. En esta perspectiva, en efecto, se quiere negar no sólo la relevancia política y cultural de la fe cristiana, sino hasta la misma posibilidad de la ética cultural. Si así fuera, se abriría el camino a una anarquía moral, que no podría identificarse nunca con forma alguna de legítimo pluralismo. El abuso del más fuerte sobre el débil sería la consecuencia obvia de esta actitud. La marginalización del Cristianismo, por otra parte, no favorecería ciertamente el futuro de proyecto alguno de sociedad ni la concordia entre los pueblos, sino que pondría más bien en peligro los mismos fundamentos espirituales y culturales de la civilización”.

Finalmente, transmitió el mensaje sobre la enseñanza de la Iglesia de que la auténtica libertad no existe sin la verdad. “’Verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente’, (Juan Pablo II). En una sociedad donde no se llama la atención sobre la verdad ni se la trata de alcanzar, se debilita toda forma de ejercicio auténtico de la libertad, abriendo el camino al libertinaje y el individualismo, perjudiciales para la tutela del bien de la persona y de la entera sociedad”.



Santa Fe, IB Instituto de Bioética Jerome Lejeune, Sedes