Docente de Farmacia en la Universidad Católica de Santa Fe e investigadora del Conicet indaga, junto a un equipo de trabajo, cuáles son los efectos de medicamentos desechados en los anfibios.
El desecho de los medicamentos afecta al conjunto de la flora y la fauna de un lugar, provocando, entre otras, cambios en el agua y la tierra. El efecto producido en algunos organismos es el tema que aborda la investigación junto a su equipo de trabajo, Romina Ghirardi, profesora de la carrera de Farmacia en la Universidad Católica de Santa Fe. Se trata de una de las líneas de investigación en la Facultad de Ciencias de la Salud (IICiSa, UCSF) y el Instituto Nacional de Limnología (INALI – CONICET, UNL).
Aunque las farmacias y efectores de salud cuentan con procedimientos para el descarte correcto de medicamentos vencidos, en los domicilios particulares esto se torna más difícil. Ghirardi invita a reflexionar sobre este ciclo. Normalmente los medicamentos son desechados en la bacha de la cocina, del baño, o en el inodoro. Todo acaba en las cloacas y los desechos cloacales terminan en el río, con mayor o menor tratamiento. A su vez, algunos medicamentos son tirados a la basura domiciliaria que va al relleno sanitario, y de esto, una proporción siempre termina de una u otra manera en la tierra y el agua.
La Licenciada en Biodiversidad y Doctora en Ciencias Naturales explica que el mal uso y desecho de los medicamentos, y la forma de manejarse con esto, está generando impactos negativos en el ambiente, no solo en los animales sino también en el agua, directamente vinculada a los animales y al ser humano. “Estamos dañando bastante el ambiente”, aseguró.
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Todo llega al agua, y el agua vuelve a nosotros
El equipo de trabajo que integra la profesora de cátedras como Metodología de la Investigación y Salud y Medio Ambiente en la UCSF estudia la respuesta de los anfibios -tomados como organismos modelo- a la presencia de distintos fármacos de uso humano, como el clonazepam, y de uso principalmente veterinario, como la ivermectina.
“Me interesan los organismos modelo como los anfibios porque están tanto en el agua cuando son renacuajos, como en la tierra cuando son juveniles y adultos, y cualquier perturbación a los dos ambientes los puede afectar. Por ese motivo son un buen indicador de la salud ambiental”.
Con su equipo de trabajo, hasta ahora no observaron alteraciones en el comportamiento de nado de renacuajos ante distintas concentraciones del psicofármaco clonazepam, pero se siguen evaluando otros efectos subletales como malformaciones. “Evaluamos también otro producto farmacéutico, la ivermectina, que tiene un alto uso en productos veterinarios como antiparasitario de ganado y también fue consumido en altas cantidades por el ser humano durante la pandemia por Covid-19. En este caso, detectamos que los renacuajos cambian de hábitat, eligiendo sustratos donde no haya ivermectina”, añadió.
Una salud
Hay un concepto de la Organización Mundial de la Salud que ya hace por lo menos 10 años que se está trabajando. Es el concepto de “Una Salud” o “One Health”, en el que se afirma que la salud del ser humano no puede considerarse aislada de la salud de los animales y del ambiente, y que se debe estudiar de manera interdisciplinaria vinculando médicos, agrónomos, veterinarios, ingenieros ambientales, sociólogos, etc.
Esto se puso en evidencia durante la pandemia, y se está estudiando cada vez con mayor profundidad. “Tiene que ser algo integrado, porque básicamente vivimos en el ecosistema, somos parte de él. Nos alimentamos y bebemos de él. Se está pensando en esto, en una integralidad de estudio de la salud humana, animal y ambiental”, explicó Ghirardi.
Aunque la OMS señala este camino, distamos mucho de considerar la salud de un modo integrado e interdisciplinario, y así lo manifiestan muchos libros de educación primaria. La Licenciada en Biodiversidad manifiesta que al enseñar el ecosistema, algunos viejos manuales “lo muestran como los animalitos, el arbolito y las piedras; y aparte colocan la ciudad con el ser humano. Era raro que pongan un ser humano en un ecosistema, y esa es una idea que hay que cambiar”.
Qué hacer para sanar esta cadena
La investigadora y docente asegura que si bien hay ciertas cosas para las que se necesitan recursos económicos importantes, o legislación y políticas públicas que van más allá de lo que uno personalmente puede hacer, hay otras cosas que son muy sencillas, que están al alcance de la mano, y que solo requieren un cambio en los hábitos.
“Se trata por ejemplo, de cuidar el agua mediante consumo responsable, de no tirar basura en espacios públicos, de cuidar y/o no dañar los espacios verdes urbanos, de enseñar a los niños a valorar la naturaleza. En cuanto a los fármacos, desecharlos de manera correcta y si no sabemos hacerlo, informarnos sobre cómo es la mejor manera de descarte de esos medicamentos, que afecte lo menor posible al ambiente”, detalló Ghirardi.
De lo que se trata, a fin de cuentas, es de cuidar la naturaleza “porque somos parte de ella”, concluyó.