Repolitizar el plato: reflexión sobre la política alimentaria argentina 

Cada 16 de octubre desde el año 1979 se conmemora el Día Mundial de la Alimentación y de la Soberanía Alimentaria, una celebración promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con el claro objetivo de disminuir el hambre en el mundo, propósito que también busca la Agenda 2030 con su meta de hambre cero. 

Cada año, la FAO se centra en un lema para difundir la campaña del Día Mundial de la Alimentación. Para 2023, el lema es: “El agua es vida, el agua nutre. No dejar a nadie atrás”. El agua es esencial para la vida en la Tierra, ya que constituye más del 50% de nuestros cuerpos y cubre aproximadamente el 71% de la superficie del planeta. Sin embargo, solo el 2,5% de esta agua es dulce y adecuada para beber, la agricultura y la mayoría de los usos industriales. El agua es crucial para las personas, las economías y la naturaleza, además de ser fundamental para nuestra alimentación. Lamentablemente, el agua dulce no es un recurso infinito. 

Factores como el crecimiento de la población, la urbanización, el desarrollo económico y el cambio climático están poniendo una presión cada vez mayor sobre los recursos hídricos del planeta. En las últimas décadas, la cantidad de agua dulce disponible por persona ha disminuido en un 20%, y la calidad del agua también se está deteriorando.  

Es hora de gestionar el agua de manera responsable. Debemos producir alimentos y otros productos agrícolas esenciales utilizando menos agua, al tiempo que garantizamos una distribución equitativa del recurso y preservamos nuestros sistemas alimentarios acuáticos. 

¿Por qué exigir una alimentación más sana? 

En los últimos años la comida rápida ha desplazado en gran medida a la comida del hogar y no solo eso, también ha sustituido ingredientes importantes como frutas y verduras, por harina, azúcar, grasas y sal. Esta realidad, sumada al sedentarismo propio de las profesiones disponibles en las grandes ciudades ha traído como consecuencia que la mala alimentación sea la principal causa de muerte y discapacidad en la actualidad. A la vez, el problema del cambio de dieta no solo afecta la salud del ser humano, también está trayendo graves consecuencias al medio ambiente. 

La Mg. María Celeste Nessier, docente e investigadora de la Universidad Católica de Santa Fe presenta, en el documento De las precariedades de la política alimentaria argentina: aportes para una transición crítica y desde la perspectiva de la acción colectiva, “una revisión del modelo agroindustrial y la emergencia de actores con conflicto de interés que se incorporan a la arena política con la finalidad de hacer prevalecer sus intereses sectoriales frente a los intentos de regulación alimentaria.” 

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A partir de la pregunta sobre si ¿pueden las políticas alimentarias revertir las tasas de las enfermedades crónicas transmisibles asociadas a la alimentación?, la docente Nessier destaca la fuerte visión reparatoria que ha adoptado la política alimentaria a lo largo de los años en nuestro país, de alta inspiración tecnocientífica, generadora de alta dependencia y diseñadas por una elite para contener las estructurales y enquistadas crisis que han atravesado a los sectores vulnerables. Se propone denominarlas reparatistas por su impronta mecanicista y seductora simplicidad que reduce la salud a la lógica de separación de piezas y procesos casuales, desde una perspectiva cortoplacista curativa-asistencial.  

La ideación de una “ciudadanía biológica”, entendida como la biolegitimidad que se expresa en las secuelas físicas del existir, declara una corporeización que opera entonces como la condición preexistente requerida para el acceso a la realización de derechos ciudadanos.  

“Se propone incorporar una narrativa cultural e históricamente construida en torno a las problemáticas alimentarias, dado que el repertorio conceptual vigente margina el arraigo contextual, la base territorial y el trasfondo sistémico-cotidiano del comer, y ha resultado promotor de la diversificación comercial y especulativa de los productos alimenticios ofrecidos en la góndola. (…) Una propuesta entonces alternativa del abordaje de las problemáticas alimentarias, se construye partiendo de la premisa fundamental de que las decisiones personales acontecen en contextos de complejidad e incertidumbre, que están subsumidas a inmensurables condicionantes que dialécticamente se entraman y entran en tensión en la vida cotidiana, y que son del orden personal, pero también del entorno local e internacional. Entonces, a problemas complejos le corresponden aproximaciones integrales”, declara Nessier. 

Fruto de la acción pública 

La globalización y las prácticas extraccioncitas invitan a interpretar la política alimentaria como emancipadora, es decir, potenciando el comportamiento individual y colectivo en pos de una agenda plural, mediada por acuerdos, que contrarreste los intereses corporativos y empresariales.  

Un punto de quiebre en las políticas alimentarias fue la promulgación de la Ley de Alimentación Saludable lograda el 27 de octubre de 2021 en Argentina, luego de seis años de debate y apropiación de la agenda pública que no estuvo exenta de interferencia corporativa de la industria del agronegocio. Enfocado en los entornos alimentarios, este marco normativo incorpora el rotulado frontal, entre otros.  

Frente a las diversas acciones de interferencia, irrumpe en el panorama sociopolítico el liderazgo de la sociedad civil y la academia (libre de conflicto de interés) y la necesidad de un análisis desde la óptica teórica de la acción colectiva. Las coaliciones promotoras “canalizaron las acciones de incidencia desplegando estrategias comunicacionales de sensibilización”, generando espacios de divulgación e intervención dentro de una matriz colaborativa y en red.  

Campo de disputa 

“Como sostiene Subirat, el logro de las políticas saludables se construye desde el involucramiento de la sociedad civil y las coaliciones promotoras” (…) Parafraseando a Fassin, “es una oportunidad de repolitizar el plato, promoviendo una conceptualización que revalorice el rol de la sociedad civil en la construcción de la agenda de salud y desnaturalice las narrativas que han sido cooptadas por la especulación del sistema alimentario corporativo funcional a una ilimitada rentabilidad”, concluye la investigadora.  

Desde el rol de la academia, es clave no ser funcional al juego hegemónico que no repara en los procesos estructurales de la salud. Las respuestas gestadas desde las instituciones educativas, organizaciones y movimientos ciudadanos diversos son capaces de gestar nuevos caminos y experiencias alternativas en lo que respecta a la soberanía alimentaria, concepto cada vez más presente en la teoría y praxis actual.  



Ciencias de la Salud, Especialización en Gestión Integral del Hábitat, Licenciatura en Seguridad Alimentaria (CCC), Licenciatura en Nutrición