Sigue el Taller de Lectura y Debate sobre el libro Devorando el planeta de Patricia Aguirre

El pasado viernes 20 de mayo tuvo lugar el segundo encuentro del “Taller de Lectura y Debate” del que participa el Equipo de Investigación Socio-Eco- Jurídico de la UCSF en un ciclo conjunto desarrollado con UNL y UADER en el que Selena Almirón (UNL) e Ivana Perez (UADER) expusieron los Capítulos 3 y 4 –respectivamente- del libro “Devorando el planeta. Cambiar la alimentación para cambiar el mundo” de Patricia Aguirre.

En este sentido, Selena Almirón, al comentar el Capítulo 3 “Crisis de sustentabilidad en la producción de alimentos”, referenció que la autora tras detallar la historia de la explotación agrícola y ganadera como forma generadora de alimentos, menciona que el problema de las hambrunas en el mundo se encuentra relacionado con el manejo del suelo y de los recursos naturales.

La búsqueda de la mayor ganancia económica en el menor tiempo posible ha acarreado no sólo la contaminación de los suelos sino también la deslocalización lo que trae aparejado que las producciones alimentarias no sean destinadas para los “hambrientos” sino para los “saciados” y que estas se trasladen a aquellos lugares con mayor poder adquisitivo acentuando aún más el efecto de la “huella de carbono”.

A esto se suma que, junto con la agroindustria, comienzan a producirse los “mejores” alimentos para la venta influyendo en el transporte y el comercio mayorista y minorista, desplazándose la producción casera como consecuencia de la mecanización y la conservación, y utilizándose a las mujeres como mano de obra por ser esta más barata y rendidora para la realización de estas tareas.

La estandarización de los métodos de producción conlleva efectos negativos que impactan en forma directa sobre la dieta alimentaria. Los alimentos ultraprocesados son considerados mercancías comestibles más rentables por lo que han reformulado la manera de alimentarse de las personas en virtud de las ventajas comerciales que presentan pero sin contar con las mismas en el campo nutricional debido a la gran cantidad de grasas no saludables y azúcares que concentran.

Por ello, se hace necesario pensar e implementar una forma más consiente de producir, conservacionista de la diversidad, para devolver la salud a los ecosistemas y presentar una dieta alimentaria más diversa que contemple la posibilidad de cumplir con todos los componentes nutricionales.

Por su parte, Ivana Perez, al comentar el Capítulo 4 “Crisis de equidad en la distribución de alimentos” presenta los comentarios de la autora vinculados a los altos números de limitaciones al acceso de los alimentos y la nutrición causada por la crisis alimentaria que repercute sobre la sustentabilidad de la población.

El derecho a la alimentación requiere una distribución con equidad que no implica comer todos lo mismo sino de forma adecuada. Así la equidad se presenta como una sana diferencia para que todos puedan acceder a los alimentos y la adecuación como la necesaria adopción de medidas energéticas que respondan a la cultura y las bases históricas de la alimentación.

Dentro de esta lógica se insertan los circuitos de distribución entendidos como mecanismos de colocación de los alimentos en los hogares. Se distinguen tres tipos:

1.- circuito de distribución de mercados: donde prima la lógica de ganancia empresarial, los alimentos entendidos como mercancía, la concentración con poca participación en la producción de los alimentos, la industrialización, la publicidad, el valor agregado y el supermercadismo que tiene una posición privilegiada para la compra a los proveedores (oligopolio) pero perjudica a los pequeños proveedores y a los mercados locales;

2.- circuito de distribución de riesgo ligado a criterios como la edad y la salud, y emergencia que aparecen frente a fenómenos como la inundación o la guerra, guiados por el principio de discrecionalidad que –en diversos casos- fomenta la pobreza y el clientelismo político al responder al criterio de “emergencia alimentaria”; y,

3.- circuito de reciprocidad –que si bien limitado-, primario y solidario aparece cuando –por ejemplo- la emergencia alimentaria excede al estado y al mercado constituyéndose en el motor de las demás formas de distribución o al revés, ya que las demás formas de distribución caen dentro de sus formas.

Asimismo, formula críticas a la agroindustria basadas en la priorización que esta tiene en seguir aumentando sus ganancias donde el mercado es el mayor distribuidor -y favorecedor de la comercialización- a pesar de la inequidad que genera por lo que hay que replantear esta forma de distribución de los alimentos y pensar en alternativas superadoras –por ejemplo- a la RSE que recojan la identidad local, atiendan a la prevención sanitaria como contralor de este tipo de distribución y otorguen subsidios a los productores en vez de al mercado.

También critica el rol neutral del Estado que tendría que intervenir en el flujo de circulación para garantizar la paz social. Sin embargo, se le han pasado años intentando hacer esto sin obtener el resultado esperado a pesar del reconocimiento de la alimentación como un derecho humano, no alcanzan las leyes para que sea equitativa la distribución.

El desafío es –entonces- establecer políticas alimentarias y sociales estables porque la cuestión de los alimentos no es un tema autónomo sino transversal a toda forma de organización social cuyo fracaso ha transformado al mercado como organizador de esta dinámica urgiendo hoy su remplazo por ambientes sociales que organicen la comensalidad desde una forma cultural y nutricional adecuada atendiendo al criterio antropológico de la reciprocidad y promoviendo este modelo comunitario de distribución.

Texto: Elisabet Vidal.



Investigación Ecojurídica