Homenaje al Arq. Humberto Terrizzano

Discurso homenaje del Dr. Aníbal Fornari, con motivo de la imposición del nombre Arq. Humberto Terrizzano a la Sala de Rectorado.

No pude acompañar a Humberto en el momento de su regreso a la intimidad de Quien lo hace existir. Por eso agradezco al Sr. Rector, Mtr. Martín De Palma, por haberme invitado a este gesto haciendo referencia -compartida por María Eugenia, la esposa de Humberto- a una particular estima por parte de mi Colega y Amigo. Deseo expresar mi gratitud a Terrizzano como entrañable compañero de camino en la experiencia universitaria y por el significado público de su personal testimonio. Compartimos una época prometedora y dramática, vivida por él con sabiduría, es decir, con sencilla intensidad de juicio en acción. Sin ostentación, fue saliendo a la luz su culta personalidad de educador político universitario, marcado por la memoria de Cristo presente, continuado en la historia, dentro de la firmeza y fragilidad de la Iglesia. Me refiero a algunos aspectos importantes que conozco, aunque hay más.

Me impactó el título del diálogo “Vivir la verdad”, entre el Cardenal Estanislao Esteban Karlich y el arquitecto Humberto Terrizzano, publicado en junio del 2009 en la Revista de la UCSF. Me sugiere que hoy, máxime tras la pandemia mundial, la cuestión ya no es quién tiene razón sino cómo se puede vivir. Y eso no se dirime con recetas abstractas sino con el gratuito atractivo del testimonio. ¿Qué es la verdad? se preguntaba con escéptico desprecio Pilatos, preocupado por el poder. Dirigido a su libertad, el hebreo Jesús de Nazareth le atestigua, de modo indirecto e interrogativo: “Si conocieras la Verdad? – Yo Soy la Verdad”. Por eso, S. Agustín, ante la pregunta ¿Quid sit Veritas? Responde: “Vir qui adest”: “¿Qué es la verdad? Un hombre que está presente”. Una presencia en la que irrumpe el Significado provocando a reconocerlo. Por ambos lados la cuestión de la verdad queda implantada en la vida. El Lógos, a tientas buscado por los filósofos y las religiones, de pronto está aquí, se hace Hecho histórico. Carne nacida de Mujer. Que pretende ser contemporáneo a cada generación y de salir al encuentro de cualquiera, a través de hombres comunes sencillamente transfigurados en acto por Él. Uno se vuelve gozosamente cristiano a través de un encuentro humano. Sorprende en totalidad y educa: hace renacer. Humberto, a partir de su encuentro y amistad con la presencia irradiante de Monseñor Vicente Zazpe, renace en su conciencia de pertenencia y de presencia.

Dentro de su particular estilo personal, Humberto era portador de una inteligencia culta y abierta, dialógica y reflexiva, de mirada atenta y sensible al acontecer de las personas, del mundo y de la Iglesia, sin menoscabo de su tono bohemio, de su sencillez afectuosa y tiernamente irónica, libre de toda pretensión dominante y posesiva. Tal impronta educativa se confirma en el encuentro y seguimiento de Monseñor Zazpe, quien en los años ’70 será signo decisivo de la presencia profética eclesial en medio de la tragedia del terror a varias puntas, que asoló al pueblo argentino.

Pues bien ¿qué hechos jalonan la trayectoria vital de Humberto Terrizzano? Nacido en Buenos Aires y egresado de la UBA, llega en 1962 a Santa Fe -donde luego se radica con su familia naciente- como profesor invitado por la Facultad de Arquitectura UCSF. Ahí fue docente hasta 1973, ejerciendo la profesión desde la que también colabora con la arquidiócesis santafesina en la adaptación de templos parroquiales a las nuevas pautas litúrgicas del Concilio Vaticano II y luego diseñando el Patio Catedral de las Artes bajo las estrellas, que será articulado con la Plaza San Martín. A fines de los años ’60 ingresó por concurso en la administración como Subsecretario de Planeamiento para el Desarrollo de la Provincia de Santa Fe. Desde ahí educa a la seriedad en la información para la previsión abierta y consensuada de la acción política, aspecto decisivo para superar tendencias ideológicas a la verborragia oportunista. Al inicio de los años ’60 el asesinado presidente católico de EE.UU, John Kennedy, propone a los países latinoamericanos la Alianza para el Progreso, con un importante contenido de cambios estructurales, financiados e integradores de América Latina en sí misma. Es la época de los gobiernos “desarrollistas” . Desde mediado de los años ’60, con la guía del P. Aldo Büntig y el Arq. Terrizzano compartimos entre jóvenes profesores y estudiantes el despertar del interés eclesial y político por el desarrollo económico-social y la autoconciencia cultural de América Latina.

El estudio del pensamiento social cristiano, -al compás de cierta creciente vigencia política del partido Demócrata Cristiano aquí y en países latinoamericanos, y del clima de cambio abierto por el Concilio Vaticano II-, se confirma en dirección de la acción social y política del laicado con la encíclica de San Pablo VI Populorum Progressio (1967), sobre el desarrollo integral de los pueblos como nuevo nombre de la paz. En el mismo año se publica el Documento de Buga (Medellín,1967), resultado del Iº Encuentro Latinoamericano sobre la misión de las Universidades Católicas. En agosto de 1968 S. Pablo VI es el primer Papa que visita América con motivo del Congreso Eucarístico Internacional de Bogotá y del cierre de la 2ª Conferencia General Episcopal Latinoamericana, plasmada en el Documento de Medellín. El perfil de educador político universitario prosigue en Terrizzano hasta años recientes, como guía del Centro de Formación Política de la Arquidiócesis y como colaborador de INCUPO en la promoción de comunidades indígenas del norte santafesino. Como miembro de la Asociación Civil UCSF fue uno de los impulsores del traslado de la Universidad -entonces diseminada por facultades en varios colegios católicos- al actual edificio integrador, en Guadalupe. La inspiración al cambio, suscitada por el Doc. de Buga y por la integración física de la UCSF, coincide con la reestructuración académica de la UCSF, pensada, en riguroso diálogo, bajo la guía del P. Ernesto Agustín Leyendecker, Decano de Filosofía. El criterio de base de aquella reestructuración curricular consistía en que la dimensión universitaria de apertura a la totalidad de los factores de la realidad y a su sentido último se encarnara como conciencia crítica del valor y del límite epistemológico de las ciencias particulares y del específico significado humanista de las formaciones profesionales provistas por las facultades.

Si en la década del ’60 hasta inicio de los ‘70 primó en la sociedad y en las instituciones el ideal del “desarrollo integral”, de reformas estructurales participativamente planificadas y ejecutadas en el tiempo, para el “progreso de los pueblos en justicia y libertad”, desde el año 1972 comienza a respirarse un aire enrarecido de exacerbación de las contrariedades dialogales hacia contradicciones excluyentes y violentas. Se va ingresando en estado de convulsión sin sentido de la realidad. Incluso, reconquistada la institucionalidad democrática, también se sucumbe como “comunidad nacional” al sucederse de graves crisis, previsibles y recurrentes, consecuentes a la pérdida del sentido (de lo) común. Por un lado, el Arq. Humberto Terrizzano asume “en tránsito” el Rectorado de la UCSF entre 1970-1972, siendo Mons. Zazpe el Arzobispo de Santa Fe y Gran Canciller de la UCSF. Fue un tiempo de entusiasmo comunitario y de iniciativas para realizar el cambio compartido. Después, la creciente exacerbación violenta del clima ideológico-político desató el enfrentamiento dentro de las instituciones, afectando también el proceso iniciado en la UCSF, con dolorosos desmembramientos. Por otro lado, Humberto vuelve educativamente a La Política en el 2001, dentro de la autoridad moral de su pertenencia eclesial, cuando el País sale quicio y precipita la confusión. Por iniciativa compartida del Episcopado Argentino, presidido por el Cardenal Estanislao Karlich, se conforma a nivel nacional, durante la grave crisis del 2001, la Mesa del Diálogo Argentino. El arquitecto Humberto Terrizzano es convocado como uno de los coordinadores.

Lo esencial -según una entrevista en El Litoral del 16 de julio del 2002- era reanudar y fortalecer el diálogo razonado, facilitando la actitud relacional constructiva, como signo de una auténtica mentalidad política, que facilita el encuentro de lo diverso en vez de dividir la sociedad para dominarla, que es consciente de que los partidos son partes -minorías mayores o menores- y pretender ser el todo es una mentira violenta. La Mesa da sólo un apoyo extraordinario a los responsables político-partidarios. Tras más de dos mil consultas en el ámbito orgánico y diversificado de la sociedad civil del País, en los poderes del Estado y en diversos niveles de actuación político-partidaria, la Mesa del Diálogo sistematizó los consensos más fuertes en un documento-síntesis que tiene por objetivo “impulsar la adhesión popular e institucional al documento producido, para propiciar las reformas estructurales que el país necesita. Todo eso en el intento de convertir en políticas de Estado las propuestas recogidas y sistematizadas”. Pero la cuestión clave es la transición operativa “para pasar de un país inviable a uno viable, de un país desordenado a uno ordenado, de un país muy injusto a uno donde la Justicia le diera esperanza a la gente”. Se pactaron los términos de: la reforma del Estado y no patear para adelante los problemas de grave desorden administrativo; la forma y duración de transferencias de recursos de sectores eficientes hacia actividades y sectores menos favorecidos; el control municipal y local de la asistencia social para desalentar el clientelismo; la periodicidad irreversible de los mandatos a todos los niveles institucionales y de organizaciones sociales, etc. La larga conversación realizada en todo el País y sus consensos se toparon con tres obstáculos: 1)-“la actual gestión gubernamental (2002) no está dispuesta a asumir su papel en la transición” y decide “dejarle la transición al próximo”, lo que da la idea de que un Estado así sólo es útil a algunos; 2)-la renovación de los mandatos, a pesar del pleno consenso, es resistida por representantes de instituciones; 3)-se evidencia una “crisis de representatividad que afecta a las instituciones y está en muchos sectores”. “Pero eso no es estar construyendo el país hacia el futuro, sino dejarle los problemas al próximo que venga”. Cabe preguntarse si, tras dos décadas, ya no es hora de retomar ese Diálogo en serio.



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