A cien años del nacimiento de KAROL WOJTYLA: poeta, actor, místico, filósofo, Papa

No hay en el mundo persona de mediana edad que pueda decir que no sabe quién fue Juan Pablo II, sin embargo, son muy pocos los que saben quién fue Karol Wojtyla y mucho más los que desconocen al “filósofo Wojtyla”. Puedo decir que conozco bastante de él y puedo contarles algunos aspectos de su vida para recordarlo en el día de su nacimiento, el 18 de mayo de 1920.

Poeta, actor, místico, filósofo, Papa… JUAN PABLO II: MAGNO

Desde que tenía ocho años, crecí con la imagen enorme del Papa Juan Pablo II; durante mucho tiempo escuché su vibrante voz dirigirse tanto a los poderosos del mundo como a los simples hombres y mujeres para atraerlos a la experiencia del amor  como clave de paz, justicia y solidaridad. En el año 2004, llegó a mis manos la biografía titulada Su Santidad de Bernstein y Politti y entonces descubrí que aún quedaba un costado de su personalidad que me era desconocido y que, al mismo tiempo, me atraía profundamente. Karol Wojtyla había sido un prometedor filósofo, con una ascendente carrera en el ámbito de la ética y la antropología, no solo en el ámbito académico de Polonia sino con una gran proyección en Roma y en los Estados Unidos.

Comencé entonces una tarea de investigación que me acercó a conocer el perfil filosófico del Papa; en esta circunstancia supe que en el año 1948 –luego de haber entrado al Seminario Clandestino de Cracovia y habiéndose ordenado sacerdote en medio del silencio y la prohibición impuesta por el régimen nazi- completando su formación teológica en Roma Wojtyla defendió su tesis doctoral sobre La fe según San Juan de la Cruz. En ella, comenzó a acercarse a este modo fenomenológico de concebir la experiencia, y en particular la experiencia de Dios[1], pues para San Juan de la Cruz, en la experiencia de la fe no se produce algún tipo de conocimiento como resultado de la apropiación del objeto conocido, en sus notas particulares, por el sujeto cognoscente. Se trata, más bien, de un encuentro del hombre con Dios; una experiencia en la que el mismo Dios, en tanto fenómeno que se manifiesta al hombre, revela sus notas.

De este modo comenzó a perfilarse en Wojtyla una idea que no abandonará jamás: el hombre es un ente particular que tiene la capacidad de estar en el mundo y  conocerlo pero como respuesta a la impresión que todo lo existente produce en él; sólo  el hombre vive interiormente la realidad de todo lo existente y decide libremente hacerse como persona, de tal o cual modo, en relación al mundo y a otros hombres. Idea que será el eje de sus dos más grandes obras: Amor y responsabilidad y Persona y acto.

Con el tiempo y, ejerciendo el rol de Profesor Universitario en la Cátedra de Ética, fue construyendo su propia posición filosófica desde la base de la filosofía aristotélico-tomista pero en diálogo constante con autores modernos y contemporáneos, método que le permitió llevar a la práctica esa repetida intuición de que “hay verdad en todas partes, incluso en el error”, buscando siempre las diversas manifestaciones de la realidad humana.

Respecto de toda su obra filosófica, producida durante los veinte años previos a su elección al pontificado, se puede decir que no hay rupturas ni cambios radicales sino una evolución de su pensamiento que nos permitirían distinguir tres etapas: de búsqueda, profundización e irradiación de su pensamiento. La primera etapa se despliega hasta el año 1960 en que publica Amor y Responsabilidad, centrado en los temas de interés humanístico, de formación humana, de criterios de acción moral. En la segunda etapa entra en el estudio de la persona en todo su dinamismo, sobre todo con la publicación de su obra mayor: Persona y acto en el año 1969.  A partir  del año 1974 comienza la tercera etapa en la que aplica sus concepciones básicas de la irreductibilidad de la persona y de la praxis humana en su relación con la cultura, la participación y la sociedad. Podríamos decir, en pocas palabras, que toda su obra filosófica es el resultado de una fuerte formación tomista de base, un fecundo diálogo con la modernidad y una apropiación del método fenomenológico por el cual buscar conocer al hombre desde el hombre mismo, desde su propia experiencia y no desde teorías abstractas y supuestos teóricos.

¿Continuidad o discontinuidad entre el pensamiento del filósofo y el Papa Wojtyla? Profundización de uno sobre el otro. He dicho ya que en toda su obra se proyectan sus intuiciones fundamentales de la persona humana pero al mismo tiempo, y esto es precisamente uno de los aspectos que más me atraen de su figura, cuando habla como filósofo jamás recurre a argumentos de tipo teológico; no parte nunca de datos provenientes de la certeza de la fe sino que muestra  las verdades del hombre a la luz de la razón, pero de una razón encarnada, que razona, intuye y argumenta a partir de las afecciones sensibles, emocionales, y hasta psicológicas y no en el “laboratorio del puro pensar”.

Filósofo con todas las letras, Wojtyla fue un hombre despierto a la maravilla de ser humano y comprometido con el resto de los hombres. Ya para los antiguos filósofos griegos esta tarea consiste en ver bien las cosas y comunicarlo. Karol Wojtyla ha sabido ver bien la riqueza de la naturaleza humana, el misterio de ser hombres y, como nadie, comunicarlo ya sea como filósofo, ya sea como Papa.

Tomando las palabras de quien ha visto de cerca sus esfuerzos en este sentido, afirmo con su amigo, discípulo y estrecho colaborador, Tadeusz Styczen, que Wojtyla es “un maestro del puente”[2] y como Pontifex un genial constructor de puentes entre la más rica tradición filosófica, los ineludibles descubrimientos del pensamiento  moderno kantiano en torno a la ética y los aportes de la contemporánea filosofía fenomenológica. Su obra es riquísima, profunda y abierta a numerosas proyecciones en el campo de la antropología y de la ética, pero también es aún desconocida. Se ha convertido, pues, en una invitación constante para descubrir lo que también en su obra filosófica tiene Wojtyla para decir al mundo.

A cien años de su nacimiento en un pequeño pueblo cercano a Cracovia, el mundo extraña a un líder -ni político ni religioso-un líder de la Humanidad que supo iluminar cada momento oscuro de nuestra historia para proponer un camino de liberación. A cien años de su nacimiento somos muchos los que damos gracias por su paso por este mundo, pues nos dejó mucha huella para volver a andar.

 

Dra. Camen González

 

[1] El “modo fenomenológico” exige del sujeto una actitud pasiva que se deja afectar por lo que existe y sucede en la realidad exterior, para reflexionar luego sobre lo que esto produce en el interior de su conciencia.

[2] Styczen, T.,”Karol Wojtyla: un filosofo della morale agli occhi del suo discepolo” en el Prólogo a Metafísica de la Persona, op. cit., p. CXIV.



Home principal, Santa Fe, Rosario, Posadas, Reconquista, Rafaela, Gualeguaychú, Sedes